miércoles, 17 de octubre de 2007

Ximiao

Llevamos dos días sin salir de la casa porque no cesa de llover. Fuera,
altas montañas y aire limpio. Dentro, una mezcla de olores extraños para mí, poca luz, y frío. Nunca he querido venir a Extremo Oriente. Entiendo la fascinación general por China y Japón pero nunca la he compartido. Al contrario, siempre he sentido un rechazo un tanto irracional por estos países, hay algo que hace que me sienta incómoda. Por eso he evitado siempre aceptar trabajos en Asia. Pero Serguei me ha convencido para que le acompañe unas semanas al noroeste del país. Como dicen las abuelas, si no quieres caldo toma dos tazas.

Hora de comer. Nos reunimos en la cocina. En total somos ocho. Nos alojamos en casa de unos campesinos de la montaña, una pareja joven. Viven con los padres de él y tienen un niño de diez años: Fan. La madre de Fan, Du, es diminuta, y viene del este. Tiene la piel oscura y el pelo negro y largo, siempre recogido bajo un pañuelo de colores vivos. Da la impresión de que no descansa nunca. Cuando me despierto ella ya lleva horas levantada, y es la última que se acuesta. Se desvive por sus suegros; está pendiente de que no pasen frío en ningún momento y de que no les falte té, les cambia los edredones a menudo, se los mulle... Sonríe a menudo. A veces se queda pensativa durante unos minutos, con la mirada perdida, y su expresión es triste y preocupada. Por medio de Jin, el intérprete, me explica que está embarazada y aunque aquí la política del hijo único no es tan estricta como en las ciudades, le preocupa el bebé. Cuando me confiesa que le gustaría tener una niña le cojo una mano instintivamente. Es la primera vez que nos tocamos, en realidad es la primera vez que toco a alguien de aquí; son reservados, no se permiten confianzas y menos con los extranjeros.

Comenzamos a comer. Du me ofrece un cuenco con algo líquido y caliente. El
primer día, nada más recogernos, Jin nos recomendó que no pensáramos en qué podríamos estar comiendo. "Sólo piensa si te gusta o no". Me lo repito
constantemente pero sigo sintiendo rechazo por la comida. Meto la cuchara en
el cuenco y saco trocitos rojos de algo que parece carne. Recuerdo las
palabras que dijo ayer Fan: "si vuela y no es avión, se come; si anda y no
es un coche, se come; si nada y no es un barco, se come". Aquí todo se come.
La sopa está hirviendo. Todos soplan y sorben ruidosamente y se sirven cosas
indescriptibles de los numerosos platitos que Du ha esparcido frente a
nosotros. Lentamente (soy mala manejando los palillos) consigo comerlo todo y al terminar me lanzo a beber el té con ansiedad. Está fuerte, caliente, y muy dulce, y el estómago me lo agradece.

Por la tarde, como sigue lloviendo y no podemos salir, los abuelos juegan con su hijo juegan al Mah Jong. Jin y Serguei disputan una partida de ajedrez. Du se afana en la cocina. Rechaza mi ofrecimiento de ayudar así que me siento junto a Fan a mirar el Mah Jong. Me parece fascinante. Debo parecer hipnotizada porque Fan me mira y se ríe. Por señas me pregunta si quiero jugar; a él no le dejan intervenir en la partida de los adultos pero conoce el juego perfectamente. Nos retiramos al otro extremo de la sala y comenzamos. Fan está encantado de ser el maestro, de saber más que un adulto, y se ríe constantemente ante mis errores, tanto que su padre le llama la atención. Du sirve té y nos pone un platito de dulces que parecen frutas confitadas. Estamos tan concentrados que no nos damos cuenta de que poco a poco se va haciendo de noche.

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