domingo, 28 de octubre de 2007

El año del cerdo (2)

El segundo cerdo del año se cruzó (literalmente) en mi camino hace unos días, aprovechando un viaje por tierra de lobos con B1 y B2, mis hermanas (ya, es que los dos nombres empiezan por la misma letra, qué quieren). En descargo de todos, del guarro y nuestro (mío sobre todo), diré que era de noche y no se veía ni chispa. Si las compañías de telefonía móvil fueran de verdad y dieran cobertura a toda España no habría pasado nada, pero como son como son, que enciendes el móvil y parece La Parrala (que sí, que sí, que no, que no), pues tuvimos que ir a llamar por teléfono al pueblo de al lado. “Al lado” son quince kilómetros, y mientras nos tomábamos un café la noche aprovechó y nos cayó encima. No sé si han conducido alguna vez por una carretera de montaña en plena noche. Es precioso: se ven tantas estrellas que parece el techo del Imaginarium pero de verdad, sin plástico ni nada; los animales aprovechan y bajan a los prados y a las huertas y se les ven los ojitos brillando como los de la Nancy Selene. En fin, es todo como idílico si no fuera porque no pasas de 40 por miedo a que se te cruce un animal por la carretera y porque además no ves las curvas ni los bordes de la carretera, ni nada. Como que si te descuidas no ves ni el volante. Y encima visualizas los sonidos dándoles a todos la forma de fieras amenazadoras.

Pues así llevábamos ya unos kilómetros, que parecía que lo teníamos todo controlado, y nos estaba empezando a dar la risa floja cuando B1, que iba de copiloto, señala los prados, a la derecha de la carretera, y dice:

- Por ahí parece que se mueve algo.

Efectivamente se movía “algo”, un “algo” grande y rápido, y un momento después el “algo” se nos echó encima con tanta fuerza que casi nos saca de la carretera. Frené, y detuve el coche dejando las luces encendidas por si acaso alguien tenía la descabellada idea de conducir por esa carretera a esas horas imposibles.

- No sé yo si debemos salir a ver. Igual ese monstruo no está muerto. – dijo B1 agarrando la puerta del coche y sin ninguna intención de abrir.
- ¡No me digas que hemos atropellado otro bambi!- casi gritó B2 dando otra prueba de lo nefasto que ha sido el señor Disney en nuestras vidas.
- Oye, bonita, que el ciervo de este verano lo atropellaste tú.
- Calla, que todavía lloro cuando me acuerdo.
- Pero si no lo mataste ni nada, que eres una manta hasta para atropellar bichos.
- No, no lo mató, lo dejó agonizando, que fue peor, que luego tuvimos que pasarle por encima dos veces para rematarlo y no veas cómo nos dejó el coche de sangre y de guarrerías.- B1 puede ser muy gráfica cuando quiere.

B2 estaba poniendo carita de echar lágrimas a la de ya así que abrí la puerta del coche.

- Bueno, si no venís a ver no vengáis, pero yo quiero saber qué se nos ha echado encima y si nos ha hecho algo en el coche.

Y bajaron las dos. Justo detrás del coche, un jabalí adulto se atravesaba en medio de la carretera.

- ¡Osti, hemos matado un jabalí!
- Bueno, de momento lo has atropellado, que muerto muerto no sabemos si está. Deberíamos comprobarlo.
- Ya. ¿Porque si no está muerto lo vamos a reanimar? ¿Le haces tú el boca a boca o qué?
- Qué graciosa, Gin. Si no está muerto…
- Sí, como con tu ciervo: si no está muerto, a rematarlo ¿no? Pues esta vez lo apuntillas tú.

B2 no puede soportar la idea de matar un bicho, de hecho no prueba el cordero desde los tres años en recuerdo de “Macaco”, un borreguito blanco y bastante cariñosito que vivió con nosotros unos meses, justo hasta que llegó el día de Santiago y nos lo comimos al horno, que estaba riquísimo de morirse, por cierto, así que otra vez torció el morrito. Menos mal que esta vez no amenazó con llorar. Miré el jabalí, que ni se movía ni nada.

- Yo creo que está tieso perdido, pero voy a comprobarlo.

Cogí un palo, me acerqué con cuidadito y más miedo que vergüenza, no lo voy a negar, y le di un toquecito en la barriga. Nada. Aquello estaba más quieto que otra cosa. Le di un par de toquecitos más y cuando me convencí de que estaba más muerto que el pollo de Ramón (curiosos ver "Los formidables Kalandrian") me acerqué del todo y le di con la bota. B1 y B2 se acercaron también. La cosa pintaba muy mal porque si el jabalí hubiera estado herido nada más se habría quitado él solito de la carretera, pero claro ahora a ver quién lo movía, si debía pesar más de 150 kilos. Y ni hablar de dejarlo tirado atravesado en medio de una carretera de montaña oscura, para provocar un accidente al próximo coche que viniera y tener que cargar después en nuestras conciencias con a saber qué desastres. Sí, lo veíamos fatal. A todo esto, no hacíamos más que dar vueltas alrededor del gorrino.

- Puesssss... ¿y si lo metemos en el maletero y nos lo llevamos? Así nos deshacemos del cadáver. – B1 ve mucha televisión, me parece a mí.
- Sí, cuidado, no vaya a ser que la Interpol vaya tras nuestras huellas por un jabalí despeluchado.
- Hombre, si viene el negro del CSI yo me dejo investigar entera.

Otra vez nos empezó la risa tonta. Dijimos unas cuantas chorradas más y nos pusimos manos a la obra. Había que vernos intentar coger el jabalí sin cogerlo porque a mí, desde que me picó una garrapata, eso de tocar un animal peludo desconocido con las manos nunca ha terminado de convencerme del todo, a B2 no le importa coger lagartos, iguanas, cocodrilos y asquerosidades así, pero el guarrillo le daba un poco de asco, y B1 ponía todo su empeño pero como no pesa ni 50 kilos (ella, claro) pues la pobre no consiguió mover ni media pezuña del fiambre. Al rato, y después de que B2 y yo claudicáramos y metiéramos las manos en la pelambrera del animal para intentar levantarlo, estábamos las tres sudorosas y jadeantes, y el bicho no se había movido nada.

- Mmmm... ¿y si nos limitamos a empujarle y tirarle por la cuneta?
- Pues mira, sí.

Nos pusimos las tres a empujar como tres olímpicas pero ni por ésas. Aquello no había manera de moverlo, así que nos sentamos a pensar qué hacer mientras nos fumábamos un cigarrito. De repente oímos una voz profunda:

- Eso os pasa por conducir como locas.

Se nos pusieron los pelos de punta.

- ¿Eso lo ha dicho el jabalí???
- ¡Venga ya!
- Pues tu me dirás...
- No sé, pero yo no hacía un jabalí con la voz como de Constantino Romero.

Nos arrejuntados las tres instintivamente. Y otra vez la voz:

- Si esperáis unos minutos, que recobre la respiración, lo soluciono yo.

Estábamos a punto de echar a correr, claro, pero si lo hubiéramos intentado seguro que no habríamos podido ni mover las piernas. Eso sí, ni por ésa nos callábamos. Es algo que no hemos podido hacer nunca, estar calladas cuando estamos las tres juntas.

- ¿Ha dicho que va a recobrar la respiración? – B1 era toda ojos.
- Sastamente maja, eso ha dicho.
- Mira, escuchándole otra vez no se parece tanto a Constantino Romero.
- Vale, pues como resucite me desmayo, yo aviso.
- ¿Qué? ¿Echamos a correr ya, o esperamos alguna señal?
- Pues mirad, miedo me da un rato pero si resucita va a ser un espectáculo, yo no me lo quiero perder así que me quedo. Pase lo que pase.
- Hija, pues qué ganas de pasar miedo, ya podíamos echar a correr como locas de una vez.

Pero era verdad: yo no estaba dispuesta a marcharme, que no todos los días se ve resucitar un jabalí. Bueno, ni un jabalí ni nada, yo nunca he visto resucitar nada; y pensándolo fríamente casi mejor porque no sé yo cómo iba a reaccionar, pero me da que muy bien de la cabeza no me iba yo a quedar. En ésas el jabalí comenzó a moverse hacia la cuneta. Como resurrección era un poco chapucera y quedaba rarísima y de lo menos garboso que se pueda uno imaginar porque no se movía; nada de ponerse de pie entre haces de luz y campanas celestiales ni nada de eso. El jabalí se arrastraba, pero seguía tieso perdido. Las que sí nos movíamos éramos nosotras tres, que íbamos avanzando, pasito a pasito, a medida que el cuerpo se alejaba. Al llegar a la cuneta, el cuerpo desapareció. Nos acercamos a mirar y una sombra saltó a la carretera, justo delante de nosotras. Claro, los gritos los escucharon en Sebastopol

- Pero ¿queréis callaros? ¡Panda histéricas que sois las tías, por Dios!

Miguel, el furtivo, no sabía cómo calmarnos y no dejaba de soltar improperios, también a voces, claro, porque si no no había manera de oirse. Cuando amenazó con largarnos un par de tortas y le vimos remangarse nos callamos las tres y nos echamos a reir, sin transición ninguna. Pasamos de los gritos a las carcajadas y Miguel siguió diciéndonos de todo hasta que terminó riéndose él también. Al final le ayudamos a esconder el jabalí entre unas escobas y la mañana siguiente, nada más amanecer, volvimos unos cuantos para llevarnos el cadáver al pueblo y hacer un asado. Tal que Obélix, pero sin bardo. Y rico... rico.

11 comentarios:

MAX Y LULA dijo...

Bueno, ya me leí las dos anécdotas del año del cerdo... ahora pienso qué pasará en el año del dragón.. brrr. Un saludo :-D

Ginebra dijo...

Uf, calle, calle, temblando estoy.

núria dijo...

Sin palabras ...

SH765HT2 dijo...

Hay que tener cuidao que a veces los jabalís simulan estar muertos, los cacho-joíos. Yo conocí a uno que imitaba incluso a Jim Carrey.

SH765HT2 dijo...

Es terrible esto de los jabalis

Ginebra dijo...

SH765HT2:

Totalmente de acuerdo. Lo de Jim Carrey me ha intrigado: ¿le imitaba bien?

SH765HT2 dijo...

Se esforzaba y casi lo conseguía.

Anónimo dijo...

¡Hola!
Gin, no dudo de la veracidad de las historias, ¡¡no, por favor!!, pero hay algunos detalles que me intrigan.
-He visto coches destrozados literalmente por atropellar un jabalí, y aún así salir el bicho vivo.
-He asistido a una "caza del corzo" en una autopista y la Guardia Civil no sacaba las armas ni aunque lo pidiera Disney
-Un jabalí, hasta donde yo sé, no se puede "asar en la plaza del pueblo" sin que intervenga la autoridad.
-Rematar un ciervo con dos atropelladas más de coche, parece una ocurrecia de Stephen King

Por lo demás, cuenta usted las historias que da gloria leerlas.

Besos.AlmaLeonor

Ginebra dijo...

Alma, veamos:

- también yo he visto gente morir con un leve ronzoncito de coche de nada y otros salir indemnes de atropellos aparentemente mortales. En cuanto a los jabalíes, habrá otros más espabilados o más fuertes pero éste se quedó totalmente tieso a la primera; mala suerte para él, cuando se es el torpe de la especie más vale mirar antes de cruzar

- compruebe usted la prensa (último párrafo) y verá que yo no he inventado la forma de morir el jabalí de Torrox: lo abatieron con un cetme

http://www.diariosur.es/20070830/local/malaga/guardia-civil-abate-jabali-200708301350.html

- no se podrá (tampoco se pueden pescar chanquetes y nosotros los comemos a menudo) pero yo he comido ya más de uno, y están que te mueres de ricos

- espero que no tenga usted que verse en ésas, la verdad, porque es francamente poco agradable, sobre todo si le gustan los animales

Anónimo dijo...

¡Hola!
Gin, no dudaba de la veracidad, ya lo dije. Solo que..., eso mismo, que ese bicho tuvo mala suerte.
Lo que yo he contado también es verdad y de las de primera mano.
Y si, me gustan los animales y mucho. Pero eso no quita para que en un accidente entre una persona y un animal siga prefiriendo que salga indemne la persona (hay algún ejemplar ultimamente que quizá no me merece tales consideraciones).
Un día de estos pondré yo alguna anecdota de bichos en mi página y el día que quiera le cuento alguna otra "mas delicada" que no conviene poner en público.
Besos.AlmaLeonor

Ginebra dijo...

Aaaaag! Alma, malvada, qué curiosidad, cuéntelo ya por favor!