miércoles, 10 de octubre de 2007

Basureros intrépidos

Dicen que normalmente no se suele valorar a la gente en lo que vale. Estoy de acuerdo, pero con reservas. O sea, que sí, que es verdad que la gente suele infravalorar al personal pero que no, que eso les pasa a otros, a mí no, que yo tendré (tiempo verbal de futuro hipotético, que de momento no tengo nada) muchas taras pero el efecto Dunning-Kruger* no. Yo no sólo es que reconozca las habilidades ajenas sino que además no tengo ningún complejo en contemplarlas totalmente embobada y aplaudirlas después con el mayor entusiasmo. Y encima contárselas a los demás para que se enteren bien. Por ejemplo, yo siempre he admirado a los basureros del pueblo, y mi admiración crece sin reservas día a día. Es que los hombres se lo merecen.

Érase que se era que yo llegué aquí cuando era un pueblo todavía más pueblo de lo que es ahora. La verdad es que por número de habitantes hemos alcanzado el status de ciudad (según le dijeron en mala hora a mi hija mayor en el colegio y digo en mala hora porque ahora cada vez que alguno decimos “pueblo” ella nos rectifica “ciudad” y es pesadísimo) pero las infraestructuras urbanas y el criterio para utilizarlas más que de ciudad e incluso de pueblo es así como del cretácico. Pues cuando llegamos era todavía peor: no había farolas en la calle, no había acerado, la mayoría de las casas tenían pozos ciegos... una fiesta, caramba. Menos mal que el Ayuntamiento de cuando en cuando nos daba una alegría. Una noche, por ejemplo, nos regaló un espectáculo estupendo de olor y sonido. Olor y sonido, sí, del color no puedo hablar porque no había luz. Si hubiera habido luz no habría habido espectáculo.

La cosa fue que cada dos noches el camión de la basura se precipitaba calle abajo a toda velocidad sorteando coches mal aparcados y esquivando baches a ciegas. Lo de los baches a ciegas era responsabilidad del Ayuntamiento, que había decidido no asfaltar la calle por no sé qué historias del saneamiento público, y había dejado la calle a oscuras por lo mismo. Lo de los coches mal aparcados siempre he pensado que era una prueba que los vecinos ponían a los basureros, algo así como el “más difícil todavía”.

Aquellas bajadas camioneras eran mejor que la tele. Como que el padre de mi vecina (un anciano muy amable y educadísimo que sin embargo debía tener alguna perversión extraña porque disfrutaba como un enano con el sufrimiento de los basureros) y yo nos asomábamos todas las noches a verles bajar. Bueno, eso las noches de luna porque las otras noches solamente les oíamos. Luego comentábamos la calidad del derrape, la variedad de palabrotas que habían utilizado esa noche... en fin, esas cosas.

La noche del espectáculo afortunadamente había luna llena, así que algo vimos. El camión bajaba más rápido que otras veces. Había que verlo, que daba gloria cómo corría, con su conductor al frente y sus basureros agarraditos a los asideros externos del vehículo gritándole instrucciones al conductor. “Manolo, Manolo, Manolo... la curva, cojones, que nos la damos” chillaban como posesos. Y Manolo no debió hacer ni caso porque dos segundos después el camión cogió un bache descomunal en la curva y volcó en el cauce del torrente espurreando bolsas de basura reventadas por doquier con una mezcla de ruidos y gritos imposible de olvidar. A Bauti, uno de los basureros, le encontramos bajo un olivo casi enterrado en basura, que ni se le veía y nos tuvimos que guiar por los “ay, ay” que gemía el pobre. Bueno, y por el olor. (Continuará)


* El efecto Dunning-Kruger es un fenómeno psicológico descrito por científicos de la Universidad de Cornell (Nueva York, EEUU) según el cual las personas con escaso conocimiento tienden sistemáticamente a pensar que saben mucho más de lo que saben y a considerarse más inteligentes que otras personas más preparadas. El fenómeno, rigurosamente demostrado en una serie de experimentos desarrollados por los psicólogos Justin Krugger y David Dunning publicados en The Journal of Personality and Social Psychology en diciembre de 1999, se basa en los siguientes principios:

1. Los individuos incompetentes tienden a sobreestimar sus propias habilidades.

2. Los individuos incompetentes son incapaces de reconocer las verdaderas habilidades en los demás.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Gin, una de dos : Vives en un pueblo muy divertido o tienes una imaginación muy divertida. Gracias, me he reído mucho, pero no se lo digas a J.B.

Anónimo dijo...

Ups! ese comentario era para "Los basureros (super) intrépidos y la aventura de J.B.

Ginebra dijo...

Por desgracia para JB todo es totalmente verídico (jejeje)