lunes, 1 de octubre de 2007

Palmero sube a la palma... y cuidadito

(Hoy estoy un poco fatalista así que voy a aprovechar y voy a empezar soltando el rollo de los hados y el destino, aviso, y el que avisa no es traidor, que es avisador.)

Está visto que es inútil resistirse al destino. Si, como decían las abuelas, está de Dios que todo te salga bien, te saldrá, y si has nacido con el futuro torcido no harás nada a derechas. En el caso de JB está visto que no puede dar un paso sin que se crucen en su camino los freakies (o sea, los frikis) más inimaginables. Digo yo que será porque él es un tanto marciano y entre ellos se reconocen. El caso es que incluso cuando no consiguen dar con él directamente se ponen en contacto conmigo. Me niego a pensar que todo se pega, claro, así que insisto en que es cosa de él.

Hace una semana oigo unos gritos al otro lado del muro, “¡Oigan, oigan!”, y me asomo, claro, que para eso es mi muro y asomarme es gratis.

- Que he visto que tenéis palmeras en el jardín.
- Sí, dos, y qué. – Reconozco que el muchacho no había preguntado nada que mereciera el tono chulesco de mi respuesta pero ese día tenía yo ganas.
- Ná, que soy jardinero especializado en palmeras y que si queréis os las podo por muy buen precio.
- Ah, vale, pues espérate un momento.

Y llamé a JB, que es el encargado del jardín. Mientras negociaban eché un vistazo, bueno más que un vistazo le eché un repaso totalmente crítico al palmero y me dio toda la sensación de que acababa de salir del “proyecto hombre”, o similar. Luego JB me lo confirmó.

- Sí, sí, un poco drogadicto era pero está rehabilitándose y lo ha dejado del todo. Ahora vive con su madre y se dedica a ganarse la vida podando palmeras. Le he dicho que venga el sábado por la mañana a primera hora.

Pasó la primera hora del sábado y el palmero no vino. Ni a segunda hora tampoco. Ni a tercera, ni a cuarta ni ná. Al final del día, cuando estaba ya poniéndose el sol y eso, apareció por la casa. Que no había podido venir porque había tenido que ir a una boda con su madre, pero que venía sin falta el domingo a primera hora. Visto lo visto, que lo que él entendiera por primera hora fueran las tres de la tarde no me extrañó ni medio pelo. JB subió al jardín con él y todo parecía ir bien hasta que escuchamos un golpe tremendo. Otras familias en estos casos se habrían precipitado a comprobar qué había pasado, por aquello de ayudar o por lo menos de ver sangre y vísceras desparramadas. Nosotros, en cambio, cuando pasan cosas así nos quedamos muy quietecitos no vaya a ser que efectivamente haya sido algo gore y nos pidan por ejemplo que sujetemos la mano a alguien mientras un voluntarioso enfermero amputa algún miembro con una navajita suiza. Igual es que deberíamos ver más la tele, yo qué sé. La cosa es que nos quedamos esperando hasta que JB entró y, lacónico como suele, dijo:

- Entre el calor y el agobio a Javier (es que los frikis también tienen nombre) le ha dado el mono y se ha caído de la palmera. Ahí le tengo, desmayado perdido. ¿Qué le doy?

Revolví un poco la nevera dividiéndome entre el susto de que un hombre se hubiera precipitado al suelo desde los 10 metros que mide la palmera y le hubiera pasado algo grave, y la risa que me estaban dando los comentarios del pequeño.

- ¿Qué tenemos un mono en la palmera? ¿En cuál, en la grande? Y debe ser malísimo porque ha tirado al jardinero al suelo. Pues yo quiero verlo, que igual es de los de culo rojo. Me lo quiero llevar al colegio. ¿Puedo llevármelo? Que igual muerde a Hugo, que a mi no me deja morderle.

Y salió zumbando al jardín sin dejar de hablar. Hay que disculparle; tiene solamente cuatro años.

- Toma – le dije a JB – Dale estos Aquarius para que se recupere un poco, y mientras voy llamando al centro de salud.

Al rato volvió JB.

- Se los he hecho beber los dos seguiditos y ahora dice que le duele un poco el estómago. ¿Tú estás segura de que esto le va bien?

Mi hija miró las latas vacías.

- Hombre, teniendo en cuenta que es un exdrogadicto que acaba de caerse de una palmera, y le has enchufado dos latas que llevan dos años caducadas… pero tranquilo, que con el dolor de estómago se va a olvidar del golpe seguro.

2 comentarios:

elizq dijo...

Pensaba que era la única a quien le caducan las latas!

Ginebra dijo...

Qué va, querida. En mi frigorífico puede usted encontrar ecosistemas propios.