sábado, 22 de septiembre de 2007

Mali

Por la noche los sonidos se amplifican. No se multiplican. Cambian, se sustituyen unos por otros. Por el día se oyen los zumbidos de los insectos, las patas de las vacas aplastar la poca hierba que hay, las risas de los niños, el rítmico golpear de la molienda. Por la noche se oye el silencio, que es en sí un sonido completo, y rugidos. Los rugidos forman parte del silencio; cuando no hay rugidos algo va mal y la piel se te eriza sin que sepas por qué.

Anoche, por encima de los rugidos de los animales, escuchamos rugir a Lorena. Primero fueron unos gemidos como de gata mimosa y poco a poco se fueron transformando en jadeos ansiosos hasta convertirse en una especie de rugido que finalizó en un grito ronco y, afortunadamente, breve. Cuando Lorena se calló volvimos a oír de nuevo los sonidos de los animales. Recuerdo que me di cuenta de que mientras escuchaba a Lorena no había oído nada más a pesar de que con toda seguridad las fieras habían continuado allí, ajenas a la fiesta de Lorena y Alfredo, ajenas a las decenas de oídos que estábamos pendientes de su juego sexual.

Por la mañana me levanto muy temprano. Vienen Lorena y Alfredo y no sé cómo decirles que deberían ser más silenciosos en la cama. Se lo insinúo y, como esperaba, Lorena se ríe a carcajadas mientras me pregunta si lo digo porque me dio envidia escucharles follar y querría unirme a ellos. Le digo que debería tener un poco de respeto por las mujeres de la aldea. Lorena no sabe a qué me refiero y le recuerdo que a estas mujeres les han practicado la ablación y algunas están incluso infibuladas. Se encoge de hombros y se va. Alfredo parece un poco azorado y dice “lo siento” en voz baja. Antes de irse me pone la mano en el cuello, justo bajo el nacimiento del cabello, y me acaricia suavemente unos segundos. Respiro hondo hasta que se marcha.

Paso la mañana fotografiando a los niños y después de comer me refugio del sol en la habitación. En realidad cada habitación es una cabaña hecha con barro y paja, y en ellas no hay nada más que una cama con mosquitero, un biombo, una silla y una mesa. Suficiente, a veces incluso demasiado. Oigo la risa de Lorena en la cabaña de Alfredo y les pienso desnudándose mutuamente. Me quito la ropa para echarme un rato y se abre la puerta de la cabaña.

Entran Kandia y sus amigas. Aquí las mujeres se casan muy jóvenes y las chicas que han entrado están solteras así que supongo que serán casi unas niñas pero es imposible calcular su edad. Se mueven silenciosamente. Estoy sentada en la cama y cuando me voy a levantar Kandia me pone una mano en el hombro y me lo impide. Estoy desnuda pero ellas también (siempre van desnudas, solamente llevan un cinturón de cuero delgadísimo) así que no me siento violenta ni incómoda. Los gemidos de Lorena son cada vez más fuertes. Las chicas me rodean y me miran con curiosidad. Kandia me mira fijamente y me empuja los hombros para que me tumbe. Los gemidos de Lorena son cada vez más ansiosos, cada vez más audibles, y de repente entiendo lo que quieren estas chicas. Y me dejo hacer. Dócil, doblo las rodillas y me dejo inspeccionar. Me miran atentamente; nunca han visto a una mujer adulta entera, sin castrar. Kandia me separa los labios mayores con una mano y con la otra me toca con curiosidad. Noto que me estremezco. Nunca antes me había tocado una mujer. Noto mi humedad. Kandia también la nota, y mueve sus dedos sorprendida. Yo no grito, no emito ningún sonido, pero me agarro con fuerza al colchón y disfruto los dedos de Kandia que exploran, acarician, y parecen saber dónde estar en cada momento. Cuando termino abro los ojos, todavía jadeante, y veo a las chicas que me miran fijamente con la cara llena de lágrimas.



(La versión completa, sin censura, la tiene en custodia el ángel enredador)

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Hola!
¿Ves?, ¿ves como si hay relatos eróticos que pueden interesar? Y además mucho, y no solo por el erotismo, también por su contenido humano. Hace unos años trabajé este tema de la mujer y me hubiese gustado tener un relato así a mano para hacer llegar bien a los oyentes, aunque fuese solo una parte del sentir de estas mujeres.
Gracias. Un relato precioso y preciso.
Besos.AlmaLeonor

Ginebra dijo...

Gracias, Alma

Anónimo dijo...

¿Tienes relatos en otras páginas o blogs?

Ginebra dijo...

En el blog de relatos eróticos de forma anónima, y en alguna revista electrónica con nombre apellidos, y demás zarandajas. ¿Por?