martes, 4 de septiembre de 2007

Garrido

Garrido era una leyenda en el tercio. Pequeño y flaco, lucía en el brazo un "Amor de madre" y en el pecho a Jesús Cautivo. Andaba siempre amorrado a una petaquita que suponíamos llena de ginebra, y olía a chocolate que daba gloria. Callado sin resultar hostil, emanaba peligro. Como decía Nadal, "poco cuerpo para tanta mala leche". Nadal era un chulo y un bocas y una noche le birló la petaquita y se echó un buche. Soltó una risotada: "¡Coño, té de jazmín! ¡Será maricona!". Garrido no dijo nada. La mañana siguiente encontramos a Nadal descalabrado en las duchas.

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