jueves, 6 de septiembre de 2007

Una mañana tranquila

Hoy he librado a Federico de dormir en la cárcel. Claro que tampoco sé dónde le habrían podido meter porque celdas acondicionadas para él en el pueblo, que yo recuerde, no hay ninguna. De todos modos, mejor que le hayan indultado. Tampoco ha sido culpa suya.

Esta mañana, cuando volvía de pasear a los perros, he oido un ruido extraño en el corral de Paco. Paco es un vecino que poco a poco se ha ido construyendo extraños adosados de bloques, cañas, paja, tejas, madera, etc. para albergar a sus animales. Como tiene el chiringuito casi al final de la cañada no molesta a nadie. Pues eso, que esta mañana escucho un ruido seco y al ratito veo pasar los cinco caballos negros de Paco galopando por la cañada. Bonito, muy bonito, sí, era como una de esas imágenes idílicas que salen en las películas, los caballos con las crines al viento, galopando armoniosamente por el lecho de la torrentera camino de la playa. Claro, lo disarmónico era la corte que galopaba detrás de ellos, porque las cerca de 40 cabras de la Axarquía de Paco seguían a los caballos sin dejar de balar (las cabras balan, ¿verdad?) y de esparcir cagarrutas negras por todos lados. Detrás de las cabras el burrito Federico galopaba todo lo gallardamente que podía, afortunadamente en silencio. Al principio Federico corría seguido por unas cuantas gallinas y unos pollos de corral, pero como las aves son unas flojas se han cansado pronto y se han puesto a picotear el suelo. Los perros de Paco, por supuesto, se han quedado en la granjita ladrando como posesos pero desde el corral como los cobardes orejones que son.

Al ver correr a caballos, cabras y burro hacia la playa he pensado "yo no me lo pierdo", y después de meter a mis perros en el jardín les he seguido mientras llamaba por el móvil a Pelayo, un veterinario (asturiano, ¿a que con ese nombre lo habían adivinado?) especializado en ganado que vive cerca. Los animales han llegado a la playa (milagrosamente vacía, menos mal), se han pegado unas carreritas de un lado para otro y luego se han parado, agotados de la emoción, supongo. Yo les miraba desde el paseo sin mover un dedo, que eran muchos para mi (animales, no dedos, claro).

Pelayo ha llegado en seguida y cuando me ha visto ha gritado "¡Gin, que no beban agua de mar!" y no he tenido más remedio que galopar yo misma por la playa intentando sacar a las cabras, que como son más tontas que los caballos, se lanzaban como unas locuelas hacia el agua, a beber supongo, que no creo que corrieran hacia allí solamente por joder. No sé si han probado alguna vez a correr por la playa pisoteando cagarrutas y persiguiendo cabras; si no lo han hecho nunca no lo hagan; se lo recomiendo porque en el fondo soy buena persona.

Y en ésas estábamos, espantando cabras, cuando han llegado un todoterreno de la Guardia Civil y un camión, y los guardias se han puesto a correr en sentido contrario al de las cabras, demostrando que si los bichos son tontas ellos tampoco se quedan atrás. Total, las cabras alocadas perdidas balando como posesas, Pelayo y yo muertos de risa y el cabo Domínguez Pérez que nos grita con la respiración entrecortada por el esfuerzo: "cagontó, se dejen de reir o les entrullo. ¡Chulos, incompetentes!". El cabo Domínguez Pérez juega al mus con nosotros muchos sábados pero amigos, él se pone un uniforme y como que se transfigura, es como si el uniforme le chupara la personalidad, y entonces no conoce ni a su padre.

Al ratillo, entre Domínguez Pérez y El Panoli (su compa) han conseguido meter los caballos y las cabras en el camioncito, el cual ha arrancado en cuanto han cerrado el portón. Y entonces se han dado cuenta de que Federico seguía en la playa. Federico es muy bueno pero tiene su genio, y cuando Domínguez Pérez y El Panoli han intentado cogerle ha echado a correr. Y hala, otra vez venga a hacer carreras playa arriba, playa abajo, que yo no sé quién llevaba un trotecillo más gorrinero, si el burrillo o los guardias.

Al final, y para que vean que no soy nada mala, he silbado y he llamado a Federico, que me conoce y me deja que le acaricie las orejas, y Federico ha venido yo creo que aliviado por encontrar a alguien que no le corriera detrás. No les cuento el cabreo de Domínguez Pérez con Federico y conmigo (va y dice que sabiendo cómo parar al burrito les he tenido media hora corriendo. Este hombre no tiene fondo físico, si sólo han sido diez minutos), tanto que pretendía llevarse a Federico trotando en paralelo al todoterreno agarradito con una cuerda. A mí me habría gustado verlo, la verdad, porque a ver cuándo vamos a ver algo así, pero le he dicho a Domínguez Pérez que Federico era el que llevaba a Baltasar en la cabalgata de Reyes del pueblo y que como lo lastimara le contaba a los niños que había sido él (otro día les contaré la que se armó hace dos años cuando en la cabalgata del pueblo tiraron caramelos de cuba-libre, güisqui, y brandy, todos de marca, eso sí: Bacardi, Dyc, y Carlos III), y ha entrado a por uvas, así que al final Pelayo y yo nos hemos llevado a Federico a casa (la mía, que Paco no estaba y las verjas de los corrales estaban descuajeringadas).

Al final de la tarde no quería marcharse con Paco. Y es que creo que los albañiles que siguen con la obra del jardín (¿recuerdan? son ya nueve meses de obra) le han malcriado un poco. Qué tranquila la vida en el pueblo, eh?

3 comentarios:

elizq dijo...

Repito, la playa a la que yo voy es muuuuuuuucho más aburrida.
Para el año que viene me pido un apartamento en la cañada, o quizá Paco me alquile uno de sus adosados.
Soy de buen conformar.

Anónimo dijo...

Ha sido un homenaje a "Rebelión en la granja" con final de los "400 Golpes" y Federico en el papel del pequeño desertor, Antoine Doinel, playa a través, buscando un mar que parecía más un paredón.

Me gusta tu blog.

Ginebra dijo...

Elizq:

Pues aquí no se va a aburrir ni medio nanosegundo.

arc:

Muchas gracias. La verdad es que Antoine Doinel siempre me ha parecido que tenía una carilla así como de Federico.