El inspector llevaba un buen rato exponiendo las razones por las que había que cerrar el convento.
- Es un desperdicio, un solar tan grande sólo para plantar hierbajos.
La madre Encarnación había escuchado en silencio.
- Don Aníbal, permítame ofrecerle una taza de té. Es una variedad especial que estamos empezando a cultivar y tenemos la esperanza de que su comercialización nos librará de la ruina.
El inspector bebió. Media hora después firmaba el visto bueno y el aval para que las monjas continuaran en su casa. La madre Encarnación suspiró. “Tenían razón las hermanas de Ketama; estas hierbas son milagrosas”.
jueves, 30 de agosto de 2007
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