miércoles, 1 de abril de 2009

Ghost: el autobús fantasma

Seguro que todos ustedes recuerdan aquella película de los Monty Phyton “El sentido de la vida”, en la que unos peces con carita de señor se paseaban por la pecera saludándose muy serios (good morning... good morning) a cada segundo por aquello de que a los peces se les olvida todo a los tres segundos. Bueno, pues mi memoria funciona de forma parecida. No con todo, claro, eso faltaría, pero sí con muchas cosas. Por ejemplo, los chistes en general, y los de Lepe en particular. Ay, para eso soy muy agradecida. Me cuentan un chiste de leperos y puedo hasta llorar de risa, y si me lo cuentan pasadas unas horas vuelvo a reirme otra vez igual. Otra: soy incapaz de recordar citas. Recuerdo una película que me pareció una estupidez total, digna de todo olvido (y no hay nada que hacer, esa película la sigo recordando, es triste esto) en la que una pareja de adolescentes creciditos se lanzaba mutuamente citas sin parar y el otro tenía que adivinar el autor. Y las conocían todas, los jodíos. Yo no. Mira que me gustaría a mí ser capaz de soltar una frase lapidaria de Nietzsche, pongo por caso, en el momento oportuno. Pues no hay manera. Las leo, las memorizo, las recuerdo un rato y cuando quiero echar mano de una cita lo más que me salen son refranes. Esos sí que los recuerdo siempre, esos me los sé, y además me sé muchísimos, de temas surtidos como las galletas Cuétara. Claro, ya sé lo que me van a decir y estoy de acuerdo. Es penoso, pero penoso del todo. Porque soltar citas te da un aura así como de intelectual pedante que te mueres, pero es soltar un refrán y parece que te crecen los refajos y te cae en todo lo alto una boina que luego no hay manera de quitártela ni con espátula. O sea, glamour cero pelotero. Porque no es lo mismo decir “Te amo para amarte y no para ser amado, puesto que nada me place tanto como verte a ti feliz. George Sand”, y quedar como divina y digna, que soltar “Date a deseo y olerás a poleo” y desconcertar a todo el mundo porque a saber lo que eso significa, que a mí el poleo siempre me ha olido a dolor de tripas.

No obstante, y aunque al principio me da rabia, generalmente me reconcilio con mis incapacidades y hasta les saco provecho. Por ejemplo, hay frases populares que no por repetidas dejan de tener más razón que un santo así que aprovecho que me las sé todas y de cuando en cuando me las digo. Bueno, de cuando en cuando no, me las digo cuando vienen a cuento, eh, que tan majara no estoy. Por ejemplo: la realidad supera a la ficción. Qué verdad es, no me digan que no, y cuántas ocaciones tenemos de pronunciarla, o de pensarla, cada uno que elija la modalidad que más le guste. Esta mañana sin ir más lejos me la he dicho así como... bueno, como tres veces.

A mí los cambios de hora me sientan fatal, me trastornan tanto como a los bebés y las vacas; cuando cambian la hora me tiro un par de semanas así como con el cuerpo y la mente desconcertados del todo. Y pelín de mala leche, también se me pone un pelín de mala leche. Esta semana, a lo tonto a lo tonto, que si todavía es muy de noche, que si no pueden ser ya las seis de la mañana, que si yo qué sé, todos los días he perdido el autobús por las mañanas. Hoy, por ejemplo, justo salía a la carretera por el arroyo cuando he visto mi autobús, luminoso, nuevo, alegre, recoger en lontananza a mis compañeros de parada. Podía haber corrido, ya, pero me tengo prohibido correr con tacones de más de 8 centímetros, que como Rosadespaña, “chio, mi cuidu” porque “me guhta mi cueppo”, y sobre todo me gusta con todos los huesecitos enteros y verdaderos. Así que ahí he aminorado la marcha, desanimada y pensando en que iba a quedar pasmada de frío en la parada, cuando he oido un pofpofpofpof a mi lado seguido de un frenazo y un mooooooooc digno de un elefante africano con rinitis. He mirado y allí, justo a mi ladito, había un autobús oscuro y cascajoso con las puertas abiertas.

- ¿Zubeh, morena?
- Emm... ¿va al centro?
- Voy donte tú quierah.

Y con semejante declaración de intenciones, pues he subido, claro, que yo soy muy muy fácil, y me he sentado en el primer sitio que he visto vacío, casi junto al conductor. Mientras me sentaba se han oido un par de voces quejumbrosas procedentes de unos bultos oscuros y grandes, semejantes a gallinas gigantes, que gritaban:

- Guancal-loooooh... ¡la lú!
- ¡Vale, chicas, de zeguía apago! – ha contestado el chófer, y ha apagado la única bombillita amarillenta que había encendido para que yo pudiera pasar la tarjeta de transportes por la máquina de sacar billetes.

Total, que ha dejado el interior del autobús negro como el culo de un grillo, y hemos seguido camino mientras las gallinas gigantes han retomado la conversación que habían interrumpido para que yo subiera, y se han puesto a intercambiar recetas y a contarse cómo iba la colada de cada una. Al poco he pensado que igual debía asegurarme de que ese autobús iba donde yo quería, como me había prometido el chófer, así que me he acercado a preguntar y me ha vuelto a asegurar muy sonriente que me paraba exactamente donde yo quisiera. Incluso me ha preguntado la calle a la que iba y ha dicho “mubien”. Todo ello con una sonrisa de oreja a oreja totalmente impropia de la hora.

Y hemos entrado en la ciudad. Y se ha oido una voz gritar:

- Guancaaaaaal-looooooh!

Guancal-loh ha parado el autobús sin más y ha abierto la puertecilla trasera. Y así cada poco: una de las gallinas gigantes gritaba la palabra clave y el chófer paraba sin preocuparse de si había parada o qué, y descargaba parte del pasaje. Al acercarse al puerto me he levantado y Guancal-loh me ha mirado sorprendido.

- Pero morena, ¿tú no ibas a calle Córdoba?
- Sí, por eso, me bajo ya aquí en el Puerto.
- No muhé, yo te llevo, ¿no te he dicho que te llevo?
- Ya, ya, pero que yo me quedo aquí, si estamos a cincuenta metros de donde voy.

Al final, después de un tira y afloja, hemos quedado que ni pa tí ni pa mí y me ha dejado justo a la entrada de la calle, que estoy segura de que no está en su ruta ni nada.

- Mira, reina mora, ya es muy jodío tener que currar tan temprano; si puedo facilitar las cosas a todas estas mujeres y a tí, a mí ¿qué me cuesta?

He estado por darle un beso. Yo creo que era un autobús fantasma.

16 comentarios:

Gabriel Ramírez dijo...

A esto y no a otra cosa le llamo yo "tener el gallinero revuelto".
Y aquí dejo un refrán que va muy bien para ilustrar su entrada, querida: "La gallina sobre el huevo y en payeta el abadejo". (Jamás he sabido que significa, pero como habla de gallinas y citas no me vienen a la mente humana...

Don Peperomio dijo...

yo creo más bien que era un ligón!
ja.

Carmen Neke dijo...

Ni caso a estos dos de aquí arriba Ginebra, yo estoy con usted con que eso era un autobús fantasma. Cuando yo era joven, vivía en Chilches y en la Araña todavía estaba "la curva de la Araña", se decía que en esa curva vivía el fantasma de un accidentado para avisar a los conductores que tuvieran cuidado, que él se mató allí.
Seguro que Guancahlo en su otra vida tuvo que bajar cada mañana el arroyo para ver que el Portillo se iba cada día sin él, y ahora se dedica a ir recogiendo a mujeres trabajadoras y a llevarlas sanas y salvas a su destino.

si, bwana dijo...

Mejor que fantasma, me parece un estupendo taxi-bus. ¡Ya quisiera yo uno igual, que me dejara en la puerta de mi casa, vaya lujo!
Respecto a grillos, gallinas y refranes, también me se uno muy fácil: "Más asustado que grillo en baile de gallinas". Perdón.

Isadora dijo...

Cita: " Lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible"
Fíjese usted que socorrido es usar cuando toca una de las citas memorizadas de los auténticos monstruos del pensamiento. Ahí es nada! Ahí queda y se la ofrezco para lo que sea menester.
Haga un esfuerzo, oiga; verá que esfuerzo tan… in util. Y si no veamos: Yo me sé la cita de marras que me ha costado dios y ayuda memorizar. Además me acuerdo de ella cuando toca, lo que casi nunca ocurre. Y cuando la digo y la digo bien y en el momento oportuno de decirla, pues que no pasa nada de nada, que mis contertulios se quedan como si tal cosa, habitualmente como siempre, a dos velas. Y entonces me pregunto: ¿quién más de mi entorno la conoce? ¿me estarán escuchando? ¿se habrán enterado de lo que he dicho? ¿estaré obligado a citar con la cita la paternidad del citador citado?
Demasiado para mi cuerpo serrano, se lo aseguro.
Lo único que he sacado en claro de lo leído es que su autobús fantasma si que era de verdad fantasma, que si no, ni por casualidad llega usted a su destino.
Lo dicho: "¡Que lo que no puede ser, no puede ser, y además resulta.... ¿increíble?!

La Lupe dijo...

Si hubiera Dios y yo rezara y eso, me pediría un Guancal-looooh.

T dijo...

He estado a un tris de soltarle una cita pero me he contenido. Era un bus fantasma, seguro.

Siberia dijo...

Pues sí. Más vale buena gente en mano que cien citantes volando.

Pero a los de la asociación "ponga un pedante en su vida" nos ha crujido.

1 de abril de 2009 9:14

Sir John More dijo...

Mira que hay gente descreída, oye...

Don Peperomio dijo...

o fantah-món

Edda dijo...

"Mujer refranera, mujer puñetera" ni le cuento la de veces que me lo han dicho, ¿y a usted? Mejor me callo, porque "cuando el demonio no tiene que hacer, con el rabo mata moscas" y como creo que me la estoy ganando y "donde las dan las toman" estoy más guapa callada ¿a que sí? ;-)

Ca-loooooh(sin Guan) dijo...

Puez como zoy un fantazma, me aparezco por aquí también.
Buena historia y curioso viaje, no?

Se ha fijado silas gallinas gigantes dejaron huevos de avestruz?

Es una maravilla que aún queden conductores tan amables.

Wara dijo...

Como la versión bus fantasma aderezada con la variante de Neke y la araña me causa pavor, me quedo con la idea de que era únicamente un huevo de oro.

Un abrazo.

núria dijo...

Mujer besada, mujer ganada.

Estoy segura que el Guancaa-loooh le ha volado un beso namás asomar en el bus, ser fantasma tiene sus inconvenientes, y claro, se la ha ganado!

Ginebra dijo...

Gabriel:
Hala! ni idea de lo que es una payeta de ésas.

Martin:
Pues a esas horas... qué ganas, la verdad.

Neke:
Juá, el fantasma debía ser un cabrón con pintas que más que avisar quería que murieran unos pocos más y así tener amiguitos de parranda fantasmal.

Bwana:
Sí que es un lujo, sí, lo malo es que nunca suelo pillar esa línea. De hecho ni siquiera sabía que existía.

Isadora:
Créaselo, mujer, que aquí pasan cosas muy raras.

Lupe:
Eso es lo que pasa, que no reza y por eso no tiene usted un Guancal-loh a mano.

Miss T:
Pues igual, pero para ser fantasma los asientos crujían tela.

Siberia:
No, si yo lo que querría es ser pedante, de verdad, pero no es que no me salga, es que no llego.

Sir John More:
Diga usted que sí.

Martin:
sí... pero muy amable, eh.

Edda:
Usted está guapa siempre, no como otras, que aunque se vistan de seda...

Ca-loooooooh:
La gallinas no dejaron ni una pluma. Sí, es impresionante encontrarse a alguien tan amable, sobre todo a esas horas de la mañana.

Wara:
Pues sí... otro día les contaré una cosa que me pasó una noche allí en La Araña... pasé un poco de miedo pero acabé muerta de risa.

Núria:
Es que no hay nada como un beso, eh.

Arantza dijo...

llego tarde, pero tengo la excusa de que si allí es lunes, estamos a... lunes... en Canadá (y la Lupe que pensaba que sólo en Canarias llevan retraso ;-). Este es el tipo de servicio público que echo de menos, el caótico-pero-socorrido, el tipo de cosa que cuando vamos de vacaciones a las Espagnes, a monsieur M. le deja con la boca abierta y los ojos ligeramente fuera de las órbitas. Eso del autobús con parada "sur-demande" aquí no lo entienden. Y es que Jean-Charles aquí tiene muy mala gaita y mucho sentido del deber. Cachisssss....