miércoles, 20 de febrero de 2008

Camino del Estrecho

El bar está junto a la carretera general. No es gran cosa pero tiene aire acondicionado y en pleno verano eso se agradece. Lo atiende un matrimonio. De momento somos los únicos clientes. Vamos a pasar el día en Gibraltar y hemos parado porque a Kenya le toca mamar. Dejo la sillita de la niña sobre la mesa y me voy abriendo la blusa. La mujer del bar se acerca a mirarla y hace los cumplidos y comentarios de rigor. Antes me molestaba un poco, ahora estoy acostumbrada. “Tiene dos meses... sí, es muy chiquitina porque es prematura... sí, una muñeca, gracias... sí, ya lo ve, es muy tranquila... no, no llora nunca”. Mientras, JB pide una botella de agua en la barra. “Ciento quince pesetas”. El hombre dice el precio sin mirar a JB a la cara. Todos, ellos y nosotros, somos conscientes de que es abusivo, pero no tenemos más opción. Entonces entran más clientes y la dueña del bar vuelve a meterse tras la barra. Es una familia de siete personas. Van camino de Algeciras, para pasar el Estrecho. Viajan en un mercedes tan viejo y tan cargado que parece el dibujo de un tebeo. Tienen cuatro niños de edades comprendidas entre dos y ocho años. Ella tiene mi edad y lleva, además, en brazos a un bebé que tendrá un par de meses más que Kenya. Se sienta en la mesa de al lado, me mira y sonríe levemente. Yo hago lo mismo. Él se acerca, rodeado de niños, a la barra y pregunta el precio de las botellas de agua. “Trescientas pesetas”. El dueño del bar lo dice mirándole desafiante. El nuevo cliente duda, cuenta el dinero, y pide una sola botella. Sale fuera con los chiquillos, que se arremolinan alrededor para beber. Ella acerca su bebé al pecho, tan tapado que hay que saber muy bien lo que está haciendo para darse cuenta. El dueño del bar la mira y se pone hecho un energúmeno. Le grita que salga, que “esas cosas” se hacen fuera, en la calle, que su bar no es un sitio de mala muerte para que “una mora muerta de hambre se saque las tetas”. Ella sale inmediatamente, sin decir nada, sin descomponer el gesto. JB y yo nos miramos imperceptiblemente. Yo recojo la bolsa y la niña y salgo tras ella. Está sentada a la sombra mirando a los niños, que juegan a perseguirse alrededor del coche. Me siento a su lado, tan avergonzada por el comportamiento del dueño del bar que no me atrevo ni a mirarla, y continúo dando de mamar a Kenya. Pocos minutos después JB sale con varias botellas de agua, y se sienta junto a nosotras. Cuando nos vamos les dejamos todas las botellas.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Lamentablemente su historia no pertenece a otros mundos, la tenemos bien cerquita.

Gin, está usted que no para, parece que el premio le ha hecho coger carrerilla :-)

Anónimo dijo...

En la comida de hoy dijo un compañero que era una virtud “dar de comer al desmayado”.

SH765HT2 dijo...

Muy bueno. Resulta que en Gibraltar una dependienta cobra de sueldo 4000 euros. Un cafe en una terraza cuesta 4 euros, pero la dependienta es lista y su sueldo "gibraltareño" se lo gasta en la Linea de la Concepción.

¿Comprendes ahora por qué los llanitos no quieren ser españoles?

JAJAJAJA

Y cuidao porque el ejemplo puede cundir.

España es una minipenínsula rodeada de itsmos por todas partes.

Anónimo dijo...

Me gusta Gin.
Me hace llorar.
Besos mil

Anónimo dijo...

Probablemente es un defecto mío, pero supongo que usted valora la sinceridad. Cuando el escritor me cierra todos los flancos para que vaya exactamente por donde él quiere, me irrito, ya sea en las novelas ejemplares de los curas de mi infancia, ya sea usando sistemas morales más actuales. No digo que la literatura no deba reflejar la injusticia, pero entonces se debe tener presente el peligro de que se convierta en una mera ilustración de las ideas del autor.

Ginebra dijo...

Edda:
Lamentablemente sí.

Amkiel:
Y lleva toda la razón del mundo.

sh765ht2:
Y encima en Gibraltar se come fatal.

Amoskaia:
Chiqui, es que no se puede ser tan sensible.

Siberia:
Sí, a mí me pasa lo mismo, por eso dudé entre contarlo así, como ocurrió de verdad, o cambiar algo para que no resultara un tópico tan típico. Opté por la verdad, a sabiendas de que a veces la vida parece un panfleto chapucero.

Ray Rudilla dijo...

Muy bien hecho, un gesto que te honra, pero el xenófobo al final se salió con la suya.
Echó a la mujer y vendió más botellas de agua.
Saludos cordiales

Ginebra dijo...

Ray:
Ya, es que muchas veces la vida, además de un panfleto chapucero, es una hija de puta.

aldara san lorenzo dijo...

La vida..... ese panfleto chapucero (Gracias a Dios!)
Una historia, Gin, para contar.
Así lo haré, a aquellos de los que soy responsable. Para que piensen.
Besos, con todo el cariño de siempre,

it

Anónimo dijo...

Pues a mí lo q me entra es muy mala leche. Y cuando habláis de topicazos o limitados panfletos en plan resignado, más mala leche todavía.

Ginebra dijo...

Cacique:
No te confundas, conocer la realidad no significa resignarse a que sea así; de hecho el primer paso para poder arreglar un problema es conocerlo y reconocer que existe.

Anónimo dijo...

No, Gin, no me confundo. De hecho, sé lo que intentas decir.
Y creo que tú tb sabes lo que intento decir con lo de la "mala leche". Eres lista.