miércoles, 4 de febrero de 2015

Sinestesia

Las palabras tenían sabor, y se extendía a las personas por el nombre. Así, en el colegio, le cayó bien Dorita porque sabía a tortilla de patata, y como las acelgas le asqueaban, detestó a Adolfo. Al crecer la cosa se complicó. Hugo era chocolate negro, Marcos nata y hojaldre fresco, Rafael la mejor fideuá, y Javier una empanada casera. No necesitaba ni besarlos, pronunciaba sus nombre y se sentía caníbal. Conoció a Santiago un invierno de resfriados continuos y sentidos atrofiados. Cuando llegó el verano se habían paladeado tanto mutuamente que no notó que Santiago sabía profundamente a almendras.

3 comentarios:

JuanMa dijo...

No hay cosa peor que los besos insípidos...

Alfonso Millán Quintana dijo...

Que bueno...!!!
Entre Kafka y Cortazar.
Enhorabuena Gin.

Alfonso Millán Quintana dijo...

Que bueno...!!!
Entre Kafka y Cortazar.
Enhorabuena Gin.