miércoles, 11 de noviembre de 2009

Más cine, por favor

Una de las cosas que peor llevo de la gente que quiero es la impuntualidad. Los otros me encanta que sean impuntuales porque así puedo despotricar más y mejor de ellos, y además me dan pie a dejar de hablarles o darles plantón; largarme y dejar plantado al que llega tarde me gusta mucho, qué le voy a hacer. Lo llevo fatal cuando lo hacen los amigos, claro, porque a esos no me gusta ni dejarles plantados ni ponerles verde. Se pueden imaginar que yo soy de una puntualidad británica. Es rarísimo que llegue tarde, al contrario, siempre procuro llegar antes de la hora establecida, aunque me dedique a dar vueltas por las cercanías mirando a los que van llegando. Porque eso sí, no me gusta llegar tarde a ningún sitio pero tampoco me gusta llegar la primera. Por mí llegaría siempre la última, cuando ya están todos los convocados, pero claro no puede ser porque si lo hiciera siempre llegaría tarde y no está en mi naturaleza. Ya saben, es como lo del escorpión, que no puedo y como no puedo no hay más que hablar. Los tardones me desesperan. Y los que me desatan la lengua cosa fina son los que llegan tarde al cine. En el teatro como no les dejan entrar una vez que ha empezado la función me da exactamente igual, pero en el cine... cómo detesto a esos que llegan cuando ya están poniendo los trailers y se dedican a ir restregando el culo por las rodillas de toda la fila mientras van espurreando palomitas por doquier y repiten “perdón” en el mismo tono que usan las abuelas con las letanías del rosario.

Bueno, la verdad es que tengo que reconocer que para el cine soy muy maniática y me molestan muchas cosas, no solamente los tardones. Por ejemplo, tampoco soporto a los palomiteros. Nunca he entendido qué es lo que mueve al personal a hincarse esos cubos gigantes de palomitas más saladas que la mar, y a pasarse la película sorbiendo un tanque de coca-cola en el que podría nadar un pato. Sobre todo en la sesión de las cuatro o las cinco de la tarde, cuando la mayoría de la gente de este país estamos en plena digestión. ¿Cómo se puede alguien inflar a palomitas y empapuzar todo eso con coca-cola? Y chuches, que muchos no se conforman con el cubo de maíz y se compran además una bolsa de gominolas, regalices, nubes, o a saber qué porcadas azucareras.

A mí, si estos placeres fueran silenciosos, no me provocarían más allá de la sorpresa de ver a un adulto medianamente maduro meterse eso en el cuerpo. Pero no, se trata de porquerías sonoras que producen contaminación acústica de todo tipo: desde el ruido de las muelas triturando palomitas (no vamos a hablar de los kikos y las patatas, que me cabreo), hasta la gente que se pasa la película rascando el cubo con las uñas cada vez que coge un puñao de palomitas, o los que eligen los caramelos envueltos con el celofán más crujiente del mundo. Claro que para mi gusto los más cochinos son los que sorben la coca-cola haciendo slurrrrrp-rrrrrrrrppp.

Tampoco me gustan los que hablan en el cine. No me importan los comentarios antes de la película, al revés, me resulta divertidísimo escuchar a la gente, pero una vez que empieza no soporto que hable nadie. Y eso que se oyen cosas descojonantes, que todavía recuerdo cuando salió Quevedo en “Alatriste” y los adolescentes que tenía sentados a mi lado dijeron: “anda, mira, Becquer”. Las carcajadas me salieron a chorros, que JB no entendía qué le veía de gracioso a la esa escena. O cuando terminó “El nombre de la rosa” y la chica de la fila de atrás dijo: “aaaaaaah... ya entiendo.... que la chica se debía llamar rosa... por eso han titulado así la película”. Hala, otra tanda de carcajadas. Los que no me hicieron ni pizca de gracia fueron unos japoneses que coincidieron conmigo viendo “El último samurái”. Estábamos solos en el cine ellos dos y yo, y como uno de ellos no hablaba español, el otro le tradujo la película enterita al japonés. Tócate los cojones, manolito, toooooda la película directamente al nipo, en el mismo tono de voz que si estuvieran en su casa y sin cortarse un pelo. Menos mal que habían roto esa regla de comportamiento no escrita que dice que si entras en una sala de cine te tienes que sentar justo al lado de los que hayan llegado antes. Aaaaaah, se siente, aunque tengas toda la sala para ti no puedes elegir acomodarte dejando filas o asientos por medio, te tienes que apegotonar con los que hayan llegado antes que tú. Es algo parecido a lo que hacen las ovejas en el monte, que las dejas sueltas y en vez de desperdigarse van siempre en rebaño. Claro que lo de las ovejas (y las cebras, y los ñúes) lo entiendo, que lo hacen para defenderse de los depredadores pero en una sala de cine me contarán ustedes qué depredadores nos van a atacar.

Aun así, con todas esas manías, me gusta el cine; más que gustarme me encanta, y JB y yo aprovechamos que en el pueblo hay 16 salas para escaparnos entre semana a media tarde, que no suele haber nadie. Y cuando digo nadie me refiero a que literalmente no suele haber nadie; que más de una vez hemos estado solos no ya en la sala sino en todo el complejo de los cines. Y eso que se trata de un circuito comercial a tope, que cuando han puesto los ciclos de cine en versión original o de ópera ni les cuento. Claro, así pasan las cosas que pasan, como la otra tarde, que subimos a ver une peli acompañados de Madagascar, que había terminado los deberes. Entramos y no había nadie, así que elegimos las butacas más centraditas, y justo cuando pensábamos que se iban a apagar las luces entró una pareja de venerables viejecillos. Los abuelos echaron un vistazo, nos vieron, y en lugar de buscar un sitio cómodo se dedicaron a escalar todos los escalones que fueran necesarios para sentarse justo en la fila de delante de la nuestra. Tardaron la tira, claro, que el hombre llevaba incluso un bastón. Y cuando ya estaban sentados dice la mujer: “Ay, yo tendría que orinar, que si no no voy a ver la película a gusto”. Y esto lo dijo cuatro veces, y cada vez elevando más la voz porque su santo no la oía. Al final, cuando ya el hombre se había enterado (como para no enterarse) la mujer añadió: “pero no sé yo si me dará tiempo”. Nosotros calculamos mentalmente lo que iba a tardar en bajar los escalones, quitarse los refajos para aliviarse, volver a colocarse los refajos, subir los escalones de nuevo... psé, una media película más o menos. La mujer, que debía estar haciendo el mismo cálculo, dudaba entre si irse o no, cuando de pronto se oyó una voz profunda que inundaba la sala: “vaya a mear tranquilamente, señora, que la esperamos; si es menester pongo los trailers dos veces, que hay tiempo pa tó”. Nos quedamos todos callados de la impresión. “¿Es Dios?” preguntó Madagascar muerta de risa. “En este momento yo diría que sí”, contestó JB muy serio. "Pues ya le gusta perder el tiempo", respondió Madagascar riéndose a más no poder. “Fíjate que yo creía que las cabinas ésas estaban insonorizadas” dije yo sorprendida. La mujer empezó a mirar hacia arriba, a todos lados, sin saber a quién ni a dónde dar las gracias, y se fue escaleras abajo seguida por la voz del marido, que preguntaba a voces quién había dicho algo y qué había dicho. Y sí, hubo tiempo pa tó, y vimos más tráilers que nunca.

16 comentarios:

Rodericus dijo...

Coincido con ud. completamente en sú planteamiento Doña Ginebra.
Recuerdo que una véz estuve a punto de perder la compostura y los nervios totálmente en una sala de cine : Tierno infante acompañado de sú puñetera madre en la butaca contigua, armado con una bolsa gigantesca de ¡¡¡Patatas chips!!!.Solo el estruendo para abrír la bolsa de celofán duró cinco minutos, y el adorable chiquitín tenia la costumbre de masticar con la boca abierta.

Otra memorable fué una reposición de "odisea 2001" de Stanley Kúbrick.Al menos fué mas tolerable, acabada la sesión un energumeno se puso en pié chillando : "Joeerrr, no s´ha entendio náa, que nos "güervan" los dineros, é una estafa".

En el fondo, un cine es como la vida misma, un zoologico donde campan bestias de diversos pelajes

Cacique dijo...

Los chicles y las jodidas pompas, los móviles sonando, los móviles sonando y cogiéndose para gilipolleces, los chupetones a las botellas de agua glup glup glup que algunos parecen camellos bebiendo, los gritos despavoridos, las risas histéricas... en fin, que sí, que también me cabreo bastante.

si, bwana dijo...

Todas las quejas que expone sobre las salas de cine coinciden con las mías. Me permito incorporar a otro clan, los catarrosos-griposos, cuyas toses sobresaltan al más valiente, aunque prefieren espectáculos más finos, como conciertos de música clásica, ballet, etc., donde sus toses son más notables. Yo debo de ser un tío raro, pues cuando estoy griposo procuro quedarme en casita.
Hace cuatro meses tuve que salirme de una sala de cine al escuchar un horroroso estruendo que anunciaba el principio de la película; tantos decibelios son demasiado para mis ordinarios oídos, por lo que no he vuelto a asistir a una.
También coincidimos en el odio a la impuntualidad, por lo que veo.
Hace una semana, un primo hermano, al que no veo desde hace muchos años, me avisó que venía a visitarme a casa, a las 6 de la tarde; éso fue el 4 de noviembre y aún estoy esperándolo, no ya que venga, si no que me diga por qué
no vino.

Anónimo dijo...

Doña Gordon's Gin (por lo de la puntualidad británica) es bien sabido que: " Quien espera, desespera"

P.D. Como yo, que aún espero que algún día se pase por mi Blog a comentar algún post.

Carmen Neke dijo...

Ginebra, bien sabe que yo siempre me creo todas las barbaridades que cuenta usted sobre las cosas que le pasan en su pueblo. Pero que una voz divina mandara a esa buena mujer al baño y se esperara a que volviera para poner la película: jamía, esta vez ha puesto usted a prueba mi fe ciega en su veracidad como cronista.

la mahārānī dijo...

Hace siglos que no voy al cine, por todas esas razones que ha expuesto, más lo de las toses y los móviles.

Qué suerte poder tener un cine para uno solo...
y encima con efectos especiales de voces profundas con dedicatoria.

Esperanza dijo...

Gin, yo les pedía a los reyes magos un home cinema. Si es que está el mundo...

T dijo...

Gin, querida, después de recuperarme del ataque de risa, le regalo una cita que viene que ni pintada.

'Procuro ser siempre muy puntual, pues he observado que los defectos de una persona se reflejan muy vivamente en la memoria de quien la espera'

Nicolas Boileau-Despréaux

núria dijo...

Yo me iria al cine con usted, y si coincidieramos por casualidad con sus comedores de palomitas y las marujas comentadoras de mis sesiones del jueves por la tarde... seguro que algun avispado director podría hacer una pelicula sobre nosostras, pelicula de terror,of course.


Murieron ahogados a cuatro manos por un cóctel fatal: comentarios y palomitas.

Melba dijo...

T, esa cita se la di yo y se la iba a regalar a Gin. La próxima vez haga el favor de pedir permiso. Un placer leerla siempre.

T dijo...

Siento haberme adelantado. ¡Para una vez que soy más rápida que usted!

Nepomuk dijo...

Gracias

parker dijo...

The statutes of the Spanish College were severe for the fourteenth century, and they penalise absence from lecture, unpunctuality, nocturnal wanderings and so forth, as strictly as any English founder CHAPTER V p. 094 UNIVERSITY DISCIPLINE The growing tradition of strict college discipline ultimately led to disciplinary statutes in the universities. — Life in the Medieval University

Edda dijo...

Gin, me gustaría saber la fórmula, para llegar antes de tiempo. Me gusta la puntualidad, sí, pero parezco el conejo de Alicia en el país de las maravillas. Todo el día corriendo y pendiente del reloj para no llegar tarde.

Almudena dijo...

Ni que me hubiese usted leído la mente. Impuntualidad y guarrerías en el cine, cualquiera de las dos cosas hace que pierda los papeles.

Ginebra dijo...

Rodericus:
Los odio también! esos niños... tch...tch...

Cacique:
¿Y los que tiran el agua accidentalmente a los de al lado? ¿eh?

Bwana:
Es cierto, cada vez ponen el volumen más alto en todos sitios.

Carlos Fox:

No desespere (me paso habitualmente; dejo pocos comentarios en los sitios que visito por pura timidez)

Neke:
Pues nada, en Navidad se viene por aquí y lo experimenta usted misma.

Maharaní:
Es lo que tiene poner 16 salas de cine en un pueblo pequeño.

Aracné:
Mmm... qué buena idea...

Miss T. y Miss Melba:
Qué me gusta verlas por aquí! (por aquí y por donde sea)

Núria:
Menudas termineitors íbamos a ser!

Ariel:
De nada, Nepo, eres un placer.

Parker:
Eeeehhh... vale (digo yo)

Edda:
Nada, nada, a practicar la puntualidad, que todo son excusas, hombre.

Anjanuca:
Jamía, igual nos estamos volviendo viejas cascarrabias.