martes, 3 de junio de 2008

Divinidad y escatología

A JB le gustan las películas de romanos. Y las del Oeste (conboys los llama él), las de guerra, y las de aventuras. Bueno, también le gusta Woody Allen y cosas así, eh, no se crean. No le gustan las películas de miedo, las gore, las del ciencia ficción, ni los musicales. Yo, menos películas de Paco Martínez Soria y de Joselito, veo de todo aunque reconozco que muchas veces dejo a JB solo ante la pantalla porque me aburro. Eso pasó hace ya años una tarde en la que pusieron Quo Vadis: que me aburrí como una seta y me fui al jardín a leer y dejé a JB solo en el sofá. Al ratito pasó por allí Kenya, que tenía poco más de tres años, y se quedó hipnotizada mirando la pantalla.

- ¿Por qué los leones se comen a esas personas?
- Porque son cristianos.

Sin mirarla siquiera JB respondió con toda la rotundidad de la que fue capaz, con el tono condescendiente de quien está explicando algo totalmente obvio. Kenya asimiló rápidamente la respuesta.

- Yo no seré cristiana, ¿no?
- Sí, claro.

JB estaba de espaldas a la niña y no podía ver la carita de horror que se le estaba poniendo.

- Pero si yo soy malagueña.
- Ya, pero eres cristiana porque estás bautizada. ¿Ya no te acuerdas de tu bautizo, o qué?

Kenya torció el morrito. Hacía poquísimos meses que la habían bautizado y se lo había pasado tan bien en la fiesta que había preguntado si se podía bautizar varias veces. Ahora empezaba a arrepentirse de todo eso. Cuando yo entré había empezado ya a preguntar si nosotros también estábamos bautizados para asegurarse de que en caso de merendola leonina no les tocara sufrir solamente a ella y a su hermana. Mientras en la pantalla los leones se ponían las botas zampándose a cuanto incauto se les ponía por delante, JB explicó brevemente a Kenya los requisitos necesarios para ser cristiano. Aquella noche la niña nos comunicó que ella no pensaba hacer la comunión en su vida, y le dijimos que vale.

Unos años más tarde, cuando llegó la edad de hacer la comunión Kenya se negó en redondo. Curiosamente ella, que era la única niña que hasta entonces había ido a clase de religión, fue la única que no la hizo y se pasó meses explicando a la gente por qué no comulgaba. La explicación de “para que no me coman los leones” que Kenya soltaba con toda solemnidad no daba lugar a más preguntas aunque supongo que nadie entendió nada.

En esa ocasión tomamos nota de que hay que tener mucho cuidadito con lo que se les dice a los niños sobre Dios, la religión y esas cosas, y hasta hace poco hemos podido controlarlo, pero hace unas semanas nos topamos con Marika. Marika es la nueva limpiadora de mi suegra. Es búlgara y todavía no sabe hablar correctamente español pero a cada frase pero te recita la Biblia sin equivocarse.

- Ay, Dios mío, qué vieja estoy, cómo me duelen las piernas.
- Bienaventurados los que sufren dice Jesús: Mateo 5, 3-9.
- Ay, qué poco me gustan estas medicinas.
- Nuestro Señor bebió hiel y vinagre por nosotros. Mateo 27, 32-34.

Y así todo. Claro, entre que mi suegra es sorda como una tapia y que la otra no sólo no le da bolilla con sus achaques sino que encima le lanza versículos cada dos por tres, las conversaciones entre ambas son un poco de risa. El sábado me mira y me dice:

- Tú tienes ojo de Dios dentrrrro.
- Mira qué bien, hombre, estará encantado mirándome el bazo o el páncreas.
- Tú no brrrrrromeas con Dios, Gin.
- Pues claro que bromeo, Marika, caramba, claro que bromeo.

Bruno nos miraba hipnotizado. Al rato abordó a Marika.

- Marika, ¿yo también tengo dentro un ojo?
- Sí, prrrríncipe, tú tienes también ojo de Dios dentrrrrro.
- ¿Dentro de mí???
- Dentrrrrrrro, sí, ojo de Dios todo ve.

Bruno levantó una cejita y miró a Marika con franca hostilidad. La búlgara practicó la ignoración con estilo olímpico y siguió desgranándole las múltiples cualidades visionarias del ojo de Dios tanto fuera como dentro de las entrañas trufando la información con pildorazos versiculares recitados con su peculiar acento. El niño aguantó dos versículos y al tercero simplemente se dio la vuelta sin decir nada (que es lo que suele hacer en estos casos) y se fue a jugar tan fresco.

Y no nos habríamos vuelto a acordar de aquello si no hubiera sido porque el fin de semana fuimos a la comunión del hijo de un amigo. Durante la ceremonia (larguiiiiiiiiiiiiisima) Bruno se estuvo informando de qué iba la cosa.

- ¿Qué se comen?
- El cuerpo de Cristo.

JB, cuando quiere, es escueto a más no poder.

- ¿Y quién es Cristo?
- Dios. Cristo es Dios.

Al salir de la iglesia nos acercamos a darle su regalo al niño para poder huir de allí cuanto antes y que no nos pillara la tanda de fotografías. Mientras el chaval, que iba disfrazado de capitán general de los ejércitos imperiales, abría los paquetitos nosotros charlábamos con el orgulloso padre. Algunos amiguitos, también comulgantes, se acercaron a cotillear los regalos. El capitán general los enseñó orgulloso y miró a Bruno con desdén.

- Mira, enano, mira qué chulada.
- ¿Por qué te regalan cosas?
- Por hacer la comunión.
- ¿Qué es hacer la comunión?
- Recibir a Dios.

Bruno no se dejó atropellar.

- ¡Ah! A mi no me hace falta hacer la comunión ésa. Yo tengo ya el ojo de Dios dentro, me lo ha dicho Marika.

Una niña, vestida de mininovia con escote palabra de honor y todo, miró a Bruno con curiosidad.

- Pero solamente el ojo de Dios no sirve. Nosotros nos hemos comido a Dios entero.

Bruno entrecerró los ojitos y meditó un momento.

- Es que solamente tengo el ojo de Dios porque soy chico; cuando crezca y tenga sitio se me meterá Dios entero.

Una amiga de la mininovia, vestida estilo Sissi emperatriz, se rió a carcajadas. Bruno no se inmutó.

- Además lo mío es mejor porque como yo no me he comido a Dios no se me va a salir nunca. Vosotros lo echaréis luego cuando hagáis caca. Y cagar un dios debe doler.

Bruno les enseñó su sonrisa más luminosa, se dio la vuelta y se fue. El capitán general de los ejércitos imperiales, la mininovia, y Sissi emperatriz se quedaron sin habla. Bueno, sin habla un nanosegundo porque después la mininovia se fue corriendo a buscar a sus padres llorando desconsolada. Nosotros la ignoramos olímpicamente (que para eso no era nuestra ni de ningún allegado), montamos en el coche, y escapamos de allí a toda velocidad, que ese tipo de fiestas no nos gustan ni medio pelo.

Unos días después me llamó el padre del capitán general del ejército imperial un tanto mosqueado con Bruno. Al parecer varios de los comulgantes (entre ellos el capitán general) habían estado malos con un curioso estreñimiento voluntario (“que se negaban a cagar” dijo textualmente mi amigo) que les había ocasionado fuertes dolores de barriga. Y echaban la culpa a Bruno, claro.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Jajjaja. En mis tiempos cuando te preparaban para la comunión te decían que cuando te la metieras en la boca procuraras no masticarla ni romperla pq entonces te estabas cargando a Dios, y eso era un pecado mortal. Había que dejar que se derritiera con la saliva y dp engullirla directamente pero nunca masticarla ni partirla pq matabas al mismísimo Dios. Vale,otro día conta´re mi reacción que me han entrado cagaleras traumáticas de recordarlo y voy flechá a visitar al señor Roca. Ea.

Anónimo dijo...

A mí la primera comunión (que fue también la última) se me pegó al cielo de la boca. Y tardó mucho en deshacerse. Y todo ese tiempo yo, gaga perdida, recibiendo felicitaciones y contestando "gdaziaz" y pensando cómo me dolían los zapatos.

Anónimo dijo...

(ay, Gin, se me olvidó decir que
1-la historia de la búlgara bíblica mola mucho,
y que
2-me encantó verla a usted en persona humana)

oveja dijo...

donde se ponga una buena explicación infantil que se quiten las acartonadas metáforas de la iglesia

buscema63 dijo...

Cool, Ginny. Muy divertido. Dicen que al hsotia es, junto con el semen, lo más incómodo de mantener en la boca. Curioso, de ambas sustancias se cantan propiedades cuasi divinas desde los chicos del coro...
Dios es lo que tiene, que no todos los paladares saben apreciarlo. ;-)

Abel Granda dijo...

Gracias madame Ginebra, me ha hecho reir un buen rato con su narración.

La animo a intentar nuevamente el comentario, a mí también me gustaría conocer su parecer en el tema.

Anónimo dijo...

Ay lo que me he reído con esa comunión. Lo que se pierde una por apuntar los niños en ética y no bautizarlos...

Me apunto el comentario de JB sobre los leones para cuando a la niña le vuelvan a dar los fervores místicos ecuménicos (el niño es ateo de nacimiento, con él no hay problema).

Anónimo dijo...

Yo soy agnóstico tirando a atero, pero mi mujer es lo que se podría denominar católica sin exagerar. Mis hijas saldrán lo que Dios (o quien sea) quiera. Pero ya tenemos en casa una buena ración de lo que se podrían llamar preguntas con doble respuesta (universo paralelo de papá/universo paralelo de mamá). Lo que creo que sí les trasmitimos al alimón es que la respuesta que des no es tan importante siempre y cuando que te hayas lavado los dientes.

Ginebra dijo...

Cacique:
Jo, sí, y se te pegaba al paladar. Y cuando se caía al suelo se montaban unos circos que no veas.

Lupe:
La búlgara es genial, pero es que toda la familia (marido, hijas) son así. Para mí que les han lavado el cerebro.
Usted en persona humana es altísima que impresiona, y totalmente deliciosa.

Oveja:
Pues claro, como que se entienden a la primera. Y sentido tienen.

Buscema63:
Buá, y si encima le tapan la nariz ya no hay manera de mantener nada en la boca. Pero sea lo que sea.

Lenguaraz:
De nada. Por fin conseguí colgar el comentario aunque la verdad es que el tema tiene para conversaciones laaaaaaargas laaaaaaargas.

Carmenneke:
Es que JB es muy suyo, sí.

Siberia:
Menos mal que ellos luego se organizan la mente solitos. Claro que así pasa lo que pasa, que hay quien llega a la vida adulta con unos batiburrillos mentales que pa qué.

Anónimo dijo...

Como me está sorprendiendo todo esto que estoy leyendo, me rio con Kenya, con Madagascar, la visita al oculista, el paraguas de parís, los días de colegio, en casi todo lo que leo encuentro algo familiar ..... algo que me trae recuerdos ..... vaya sorpresa!!!!!

Escotomo dijo...

Los niños analizan una superstición de la manera más lógica, como cuando te decían lo de que dios está en todas partes y uno pensaba "¿También en el fondo del retrete?"

Ginebra dijo...

Pablo G.:
Cuando quieren son literales, sí, y muchas veces eso les salva de los despropósitos del mundo de los adultos.