lunes, 16 de junio de 2008

Ciencias naturales

Cuando yo hacía EGB (sí, yo pillé la EGB: me enseñaron matemáticas con conjuntos, que así ando yo en matemáticas que no sé sumar sin los dedos, y me inflé a hacer fichas) estaba convencida de que mi colegio era como de segunda. La verdad es que era un colegio estupendo, tenía varios campos de deporte al aire libre, dos patios de recreo, un patio cubierto (la “polipista” la llamábamos porque cuando hacía malo era donde hacíamos educación física, y lo mismo servía para un roto que para un descosido, siempre y cuando ese roto tuviera relación con los deportes), un gimnasio, un salón de actos con un teatro en condiciones, un comedor, etc. Aun así yo tenía la sensación de que no era más que una imitación de lo que tenía que ser un colegio. Para que fuera un colegio de verdad teníamos que tener una banda de música y no un grupo de joteros como teníamos, animadoras que hicieran la majorette en los partidos en lugar de padres y madres que perdían la voz gritando a pulmón lleno, y laboratorios de verdad en los que los profesores nos enseñaran a diseccionar ranas.

Como ya se habrán imaginado, la culpa de todo la tenía la televisión. En las películas de la tele los niños siempre andaban rajando ranas en clase. A mí eso de mirarles las tripas a las ranas no me parecía nada apetecible pero como lo hacían en todos los colegios americanos pensaba que debía ser una condición sine qua non para que un colegio fuera de verdad. Y tuve esa espinita clavada hasta que un verano cogimos un sapo en el pueblo y lo abrimos por la mitad. Fue un asco horrible. Primero había que matar el sapo, claro, porque intentamos rajarle en vivo y el jodío se puso a patalear como un descosido y no se dejó. Así que nada, a matarlo. Y no estaba por la labor. Sobrevivió al intento de ahogamiento en el río (a Quique se le pusieron las manos azules de tenerlas en el agua helada aguantando al sapo) al envenenamiento con alcohol (no se puso ni borracho ni nada, que lo escupía todo), y al estrangulamiento con un cordelito. Al final Julio optó por tirarlo contra una piedra con lo que nos ahorramos tener que rajar al bicho porque se espanzurró enterito y las tripas saltaron por todos lados. De aquélla se me quitaron las ganas de experimentar en el laboratorio, porque no le ví gracia ninguna y además se me mancharon las zapatillas de sangre y tardó muchísimo en quitarse.

Después llegó el BUP y resultó que en tercero sí que se diseccionaban animales. A mí, que ví “Alien” sin inmutarme, no me habría impresionado mucho, la verdad, pero recuerdo que los días que tocaba destripamiento los de ciencias llegaban a las clases comunes con las caritas de un bonito color verde tirando a turquesa. También nos contaron que en el aula de biología había bichos muertos (algunos enteros y otros destrozados perdidos) metidos en frascos de alcohol, y otras porquerías similares que nadie vio nunca del todo (los de letras porque teníamos prohibidas las aulas de ciencias, y los de ciencias porque entrecerraban los ojos los muy pasmados) y pasaron a formar parte de la leyenda urbana del aula de biología.

A mí se me había olvidado esta leyenda urbana escolar hasta que hace dos días Madagascar me la recordó de forma un poco traumática por el procedimiento de enseñarnos un frasco de Nescafé que llevaba en la mochila del instituto.

- ¿Eso qué es????
- ¡Un cerebro! ¡Te has traído un cerebro!

Al oír la exclamación de Kenya no pude menos que acercarme a mirar. Efectivamente, dentro del frasco de Nescafé había un cerebro de tamaño considerable (hombre, considerable teniendo en cuenta que cabía dentro del frasco) nadando en alcohol. Kenya ponía caras de asco mientras Bruno lo contemplaba hipnotizado.

- ¿De quién es eso?
- De Melani.
- Joé, pues para lo tonta que es tiene un cerebro enorme.
- Ya decía yo que Melani es una descerebrada. Ahora me lo explico; se lo debe dejar todos los días en casa.

Kenya y yo nos habíamos lanzado al precipicio de las bromas fáciles y Madagascar sonreía malévolamente con intención de unírsenos pero tuvimos que dejarlo para otro momento porque Bruno no entendía nada.

- ¿Melani lleva el cerebro en un frasco? ¿Y te lo ha prestado? ¿El cerebro se puede quitar?
- No, enano, es un cerebro de cerdo que se ha traido Melani a clase de biología porque estamos estudiando los mamíferos. Como la semana pasada cuando estudiamos las plantas Lidia se trajo manzanas y nueces y las estuvimos viendo, y las repartimos y nos las comimos y todo, pues Melani se ha traído esto.
- Ya. ¿Y Charo qué ha dicho?

Charo es la profesora de biología.

- Puesssss... primero ha abierto mucho los ojos y la boca pero no ha dicho nada. Luego ha dicho que muy interesante y que se iba a quedar en el aula de biología, y ha amenazado con hacer rular el cerebro por las mesas si hablábamos. También le ha dicho a Víctor que no hace falta que traiga mañana un gato muerto. Es que se había ofrecido.
- ¡Ya! Y esta porquería ha terminado en casa porque...
- ¡Le he pedido permiso a Charo para traérmelo para que lo viérais! Pero tengo que devolverlo mañana.
- Debe estar blandito. ¿Podemos abrirlo y sacarl..?

No dejé ni que Bruno terminara la frase. Vamos, hombre, sólo de pensar que aquello se pudiera esparramar por el suelo y me tocara luego recogerlo a mí me entró un asco tremendo. Eso sí, por asociación de ideas me acordé de que tenía una latita de foie gras que había que comerla esta semana o caducaba.

Ayer Madagascar volvió del instituto un tanto desinflada.

- Es que hemos dejado los mamíferos y estamos con los invertebrados. Y Charo nos ha dicho que si preferíamos dar clase o ver una película. Y claro, nosotros hemos dicho que película, película, y resulta que era una película sobre la vida de las babosas. Una hora entera con un primer plano de una babosa contándonos lo que hace una babosa durante el día y resulta que las babosas ¿qué hacen? ¿eh? Pues no hacen NADA DE NADA. Yo creo que ha sido una venganza por lo del cerebro de ayer.

De pronto se le iluminó la carita con una sonrisita malvada.

- Menos mal que mañana va a ser divertido porque Víctor nos ha dicho que se va a pasar la tarde recogiendo gusanos y lombrices para llevarle a Charo un par de frascos llenos. Va a ser genial.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Y digo yo, si la mujer esa no aguanta los bichos, ¿para qué se mete a profe de biología?

¡Ah, el gran Luis A., de él sí que se acuerdan todos los que hicieron ciencias puras como mi hermano! Se llevaba a toda la clasa con botes en la mano a andar por los campos adyacentes al instituto (en aquel entonces todavía quedaban territorios indómitos en El Palo) y hala, ¡a coger bichos para la clase, cuanto más grande y repugnante mejor! Se ponía lírico con las arañas gigantes o los cigarrones gordos.

Lo único que estaba vedado eran los camaleones, por ser especie protegida o no sé qué historia. Con lo que molaba cogerlos y ponerlos encima de jerseys de rayas o de cuadros, a ver de qué color se ponían...

Anónimo dijo...

En mi casa tengo tres expertos en cazar grillos. Los días de campo ellos disfrutan cazando y yo leyendo. El problema, la vuelta a casa con los dichosos grillos, porque luego los sueltan en el jardín y no hay quien duerma oye.
Espero que más adelante no les dé por diseccionarlos, puaj!

buscema63 dijo...

Yo era de los que cogía bichos. De los biólogos en potencia. Insectos, mayormente, que ya la parentela me quedaba lejos. También lagartijas y alguna rana. Eso de los mamíferos me parecía muy bruto, demasiado parecidos a nosotros. Pero, lo que son las cosas, me convertí en el entomólogo más mariquita de la historia (JB, siempre has estado acertado cuando dices, "¡qué maricón eres"!). Como resultaba que mi padre era muy agarrado y eso de comprar formol como mandaban los cánones era que nones y mi abuelo tenía una perfumería debajo de mi casa, pues acabé usando perfumes usados para disecar a las criaturitas.
Así que mis colecciones de insectos y artrópodos lucían hermosas cetonias, magníficos escorpiones y tarántulas, espeluznantes avispones y escolopendras, fabulosos ciervos volantes.. oliendo a Chanel nº 5 y a Maderas de oriente rancios.
Cerebro no guardé ninguno. Los sesos me los como a la romana.
Por cierto, hoy soñé con usted Ginny. Era un programa de radio en una extraña comunidad y estábamos varios amigos. Todo muy cariñoso y fratenrnal. Casi falanstérico.

oveja dijo...

que bueno.. pues a mí me ha dao siempre mucho reparo remover vísceras ajenas, yo prefería echarles tempera roja a las lagartijas pa ver como cambiaban de color como los camaleones.. y cuando mis amiguillos las mataban, yo les hacía una tumba con cruz de medio metro y estatua conmemorativa. No he derramao yo lágrimas yendo de sepelios..

Anónimo dijo...

Gin, con esto me da la última razón/excusa que necesitaba para no presentarme a las oposiciones de secundaria.
Gracias.

Anónimo dijo...

Ahhhh... intersección, unión, pertenencia, diagramas de Venn, electrolisis (lo de separar el agua en hidróneno y oxígeno siempre me pareció lo más en experimentos de laboratorio), formulación: orto, para y meta, sistemas de cristalización, rocas sedimentarias, metamórficas y volcánicas, aparato reproductor (era el que pedíamos que nos explicara siempre), cantar traigo fermoso, non es de juglaría, enhiesto surtidor de sombra y sueño, complemento directo, indirecto y circunstancial, santo Tomás y la escolástica, Heidegger y el ser, con rotring no, tiene que ser con tiralíneas y raspas con una cuchilla de afeitar los borrones, ríos de la vertiente atlántica con sus afluentes, Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio y NErón. Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel, Echegaray, Benavente, Juan Ramón Jiménez y Vicente Aleixandre (aún no estaba Cela).... y... y...
¿Ve usted lo que hace hablando de BUP y de COU y de ciertas cosas? A ver si hace el favor de no tocar ciertos puntos sensibles.

PD: El autor de "Los niños de los Chiripitiflaúticos", nostalgia en vena donde los haya, iba a mi cole, así es que no digo más.

Wara dijo...

Yo iba a tomar un camino que me haría chocar finalmente con Siberia: Lope, Shakespeare, Cervantes, Jacinto Benavente... Becquer.

Sí que mirábamos con cierta atracción el aula de ciencias, pero ¡qué bueno haber elegido letras!

Anónimo dijo...

Pues yo lo único que recuerdo es el pestazo del laboratorio.

K dijo...

Yo tenía un profesor que iba mucho por caminos de montaña con un 4 latas y cuando atropellaba alguna culebra se la traía al cole, la conservaba en formol y luego la colgaba de la pizarra y la abría en canal para que todos le viéramos el hígado. Yo quería hacerme forense pero no me dejaron.

Anónimo dijo...

(Gin, ahora mismo no tengo arrecogío a ningún majara, ni perro, ni gato, ni nada, aunque es verdad que hace poco estuve a pique de traerme a casa a una rata gigante de Gambia; pero la situación es insostenible, acabaré arrecogiendo a alguna criatura, aunque sea por un tiempito, porque me siento extrañamente responsable del universo mundo, y así me va)

Almudena dijo...

Por estas clases de cochinadas, y porque un día al bruto de mi profesor se le ocurrió la idea de pincharme en un dedo para saber mi grupo sanguíneo, decidí seriamente que de mayor sería de "las tontas de letras". Leído lo leído, creo que acerté con la decisión.

Ginebra dijo...

Carmenneke:
Yo qué sé. Una vez me encontré en un viaje a una histérica que chilló todo lo del mundo porque había una salamanquesa en el techo de la habitación y resultó que era veterinaria.

Edda:
Por diseccionarlos... ni por comérselos, que todo puede ser.

Buscema63:
Mejor no se lo cuento a JB, que luego le dice lo que le dice.

Oveja:
Jamía, qué sentida!

Lupe:
PUes hace mal, que tienen muchas vacaciones.
(Yo solamente recojo animales, con eso tengo bastante y de sobra)

Siberia:
¡Hala! Vaya ataque de nostalgia! (Yo salí en Los Chiripitifláuticos)

Wara:
Totalmente de acuerdo, aunque a veces... es que una es de temperamento mercurial y tiende a espurrear su curiosidad.

Cacique:
Sí, no era precisamente Chanel, no.

K Miquel:
Jo, ese tipo de profes eran mis héroes.

Telxínoe:
Ya... una amiga quería ser médico y para determinar sus capacidades su padre le hizo decapitar un pollo. Ahora es abogada.