domingo, 11 de mayo de 2008

Una vez que maté a un gato...

Cuando tenía más o menos ocho años vino al colegio un psicólogo que, entre otras cosas, nos hizo pruebas de orientación profesional y laboral. Fue bastante divertido. Durante el tiempo que duró aquello nos quitaron las clases de religión para hacer las pruebas, que consistieron en charlas, entrevistas personales, y en algo así como veinte cuestionarios distintos. Luego llamaron a nuestros padres para hablar sobre los resultados. A los míos les pareció curiosísimo que alguien pensara que era operativo hacer pruebas de orientación profesional y laboral a niños tan chicos pero como eso venía en el paquete general allá que fueron el día que les tocó. Y nosotras, o sea B1 y yo, con ellos porque, cosa rara, las entrevistas las hacían con el acusado delante, y es que bien mirado aquello venía a ser como un juicio en el que el psicólogo ejercía al tiempo de juez y fiscal, y los padres a veces hacían de fiscal y a veces de abogado, dependiendo de cómo hubieran tenido el día, de cómo nos hubiéramos portado los acusados, y de qué fibra sensible les tocara el psicólogo. Aquella tarde los míos optaron por la versión abogado cínico porque, como decían siempre todas las madres, nadie iba a conocer a sus cachorros mejor que ellas. Bueno, por eso y porque nunca se han fiado ni medio pelo de los psicólogos, psicoterapeutas, y demás. Y desde aquella tarde menos.

Recuerdo que el psicólogo cogió mi expediente, lo abrió, me miró, miró a mis padres, y sin dejarse amilanar por el ambiente francamente hostil (mi madre y yo levantamos la ceja izquierda exactamente igual y da miedo, palabra) comenzó a decir cómo era yo. Al ratillo relajé la ceja, y poco a poco me fueron entrando ganas hasta de sonreir. Si es que yo era una joya total. Cada poco mi madre me miraba con la ceja petrificada en lo alto de la frente, con cara de no creerse ni medio de lo que estaba escuchando. Y así llegamos, sin ninguna interrupción, al final de la entrevista, en la que el psicólogo les informó a mis progenitores que yo tenía muchas aptitudes para ser... ¡¡¡oceanógrafa!!! Mis padres hicieron gala de una magnífica rapidez de reflejos y consiguieron recoger la mandíbula (que se les había descolgado por la sorpresa) en menos de dos segundos, para girarse y mirarme asombrados. Yo respondí sacando todos los dientes (menos uno que se me había caído hacía dos días) al escenario de la mejor de mis sonrisas. Y mientras, el psicólogo continuaba hablando sobre lo clarísimamente que se veía mi futura profesión, como si fuera la bruja Averías, vaya.

Mis padres aguantaron todavía la sesión correspondiente a B1, que también les regaló unas cuantas sorpresas (de las que no voy a hablar ni hoy ni nunca primero porque éste es mi blog y a mí nadie me quita el protagonismo en mi espacio, y segundo porque de las cosas ajenas no se habla) y volvieron a casa con cara de haber visto un extraterrestre. Después, mientras cenábamos, nos sometieron a un tercer grado para que les contáramos qué habíamos hecho y dicho exactamente en las pruebas. Yo, que incluso desde mis ocho años sabía que aquello no había sido muy de fiar, remoloneé un poco pero al final les dije que el test para determinar mi futura profesión constaba únicamente de la pregunta “¿Qué quieres ser de mayor?”, pregunta a la que yo, que me pasaba horas viendo los programas de Jacques Cousteau (incluso había conseguido que me compraran un gorrito de lana como el suyo y lo llevaba siempre puesto), había contestado sin titubear y con mi mejor letra (y mi caligrafía siempre ha sido excepcional): “Oceanógrafa”. Teniendo en cuenta que hablamos de niños de entre seis y ocho años, todos con unas letrujas horribles, era normal que el psicólogo hubiera más que visto leído mi futuro con tanta claridad. La credibilidad de los informes quedó enterrada por una hora de carcajadas paternas.

Ya sé que las cosas han cambiado mucho pero semejante experiencia echó por tierra, para siempre jamás amén, mi confianza en los programas de orientación estudiantil, así que cada vez que alguna de las niñas me viene diciendo que ha hablado con el orientador del instituto se me ponen todas las neuronas en alerta. Entre otras cosas porque el curso pasado al orientador se le ocurrió la brillante idea de que los padres diéramos a los chavales charlas sobre nuestras profesiones y me encontré citada para dar una conferencia sobre ¡¡¡medicina!!! Así que ni caso, ya les hacemos nosotros la orientación profesional en casa. Reconozco que, claro, nuestras sugerencias no dejan de tener un punto arbitrario pero lógico, y cambian dependiendo del mercado y de las percepciones caseras. Así, cuando estábamos reconstruyendo el jardín tras la riada, consideramos seriamente inscribirlas en algún curso para hacerlas gruístas, alicatadoras, o jardineras paisajistas. Cuando veo salir del garaje al vecino, que tiene una clínica de adelgazamiento y depilación, con un coche cada vez más espectacular, me convenzo de que el futuro está en hacerse sacamantecas o quitapelos. Claro que cuando veo los dibujos de Madagascar y las casitas que les hace a los SIMS pienso que debería ser arquitecto. Y así.

Últimamente, y después de haber tenido que desatascar las tuberías dos veces a razón de ciento veinte euros la vez, la fontanería estaba ganando la partida al resto de las profesiones, y llevaba yo insistiendo en las múltiples ventajas que tenía ser fontanera hasta que la semana pasada tuvo que volver el fontanero y estropeó el plan. Esta vez no había sido la tubería (ésa tocará dentro de un mes, y seguirá tocando hasta que alguien recuerde dónde narices está la arqueta general, que la tenemos perdida y es la culpable de los atascos) sino algo que me veo incapaz de pronunciar situado en la parte baja de la bañera. “Hay que quitar un par de azulejos” sentenció el fontanero Carlos. Yo puse los ojos en blanco. “No te preocupes, que yo te los pongo después” dijo Carlos, el fontanero acompañante (yo sé que uno de ellos no se llama Carlos, que Carlos es el fontanero dueño de la empresa, que para eso se llama Fontanería Carlos, pero como todavía no sé cuál es he optado por llamarles así a todos y lo curioso es que los cuatro que trabajan allí me responden), así que se pusieron manos a la obra.

Como ya tengo callo en esto de las obras, reparaciones y tal, y ya sé a qué trabajadores hay que vigilar de cerca porque son peligrosísimos y como te descuides te ponen los azulejos del revés y a cuáles no, y estos son de los buenos (o al menos hasta entonces lo eran) les dejé trabajar tranquilos. Y quitaron los azulejos. Y arreglaron el esforcie de la bañera. Y volvieron a colocar los azulejos. Y cobraron. Y se fueron. Y ahí habría puesto el chimpún final si no fuera porque horas después, en cuanto se hizo de noche, Madagascar echó de menos a su gata Toffee y se puso la mar de lastimera. Le dijimos que no se pusiera coplera que seguro que la gata estaba dándose una vuelta por los jardines de alrededor y ahí quedó la cosa hasta más o menos las dos de la madrugada, cuando Kenya me despertó algo alarmada: “Baja, anda, que en la casa hay un poltergeist”.

Con semejante anuncio a mi lo único que me apetecía era meter la cabeza bajo las sábanas pero bajé con ella a ver qué pasaba.

- Oigo unos ruidos rarísimos dentro de la casa pero he mirado y no hay nada.
- ¿Qué tipo de ruidos?
- Pues muy raros, como si alguien quisiera salir de su tumba. Y un niño pequeño llora y dice “mamá”.

No quise hacer comentarios pero tomé nota de que había que quitarle a Kenya la afición a los libros de terror. Inspeccionamos la planta de abajo y efectivamente del cuarto de baño salían unos ruidos extraños. Entramos y en ese momento se escuchó una vocecita lejanísima que decía claramente “mamá”. Kenya me apretó el brazo.

- Igual la casa está construida encima de algún cementerio abandonado, o igual mataron una vez a alguien y le emparedaron en la casa, o...

Se me hizo la luz.

-...O los Carlos han dejado a Toffee emparedada dentro de la bañera.

Nos acercamos a la bañera y efectivamente, en la lejanía se escuchaba maullar a la pobre Toffee, desesperada por que alguien la sacara de allí.

- ¿Y ahora qué hacemos?
- Pues quitar un azulejo para que pueda salir, mujer, no hay otra posibilidad.

Al tercer golpecito contra las junturas de los azulejos entraron JB y Madagascar con cara de sueño. La cara de sueño se les mantuvo agravada por la expresión de alucinados que se les puso cuando, tras conseguir hacer saltar el azulejo salió la gata aspaventada y con ojos de enloquecida sin dejar de maullar como si estuviera poseída. Madagascar la cogió en brazos y me miró con frialdad.

- Y tú querías que estudiáramos para ser emparedadoras de gatos. Tch... tch...

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Dígame que esta historia es inventada, Gin, por favor.

Anónimo dijo...

Eso eso Gin. Cuéntenos si esta historia es real!!! ;-))
Besos mil

El Zorrocloco dijo...

¿Cómo diablos se cuela un gato dentro de la pared sin que se den cuenta?

Estos Carlos más no, ¿eh? Más no...

Anónimo dijo...

Zorro, ¿usted no tiene gato? Lo más que le gusta a un gato en la vida es un recoveco, un escondite.
¿Y nunca ha tenido obreros en casa? Lo más que les gusta en la vida es escaquearse.
Se hace la suma y... hop.
Por eso le pido a Gin que me diga que la historia es inventada, porque me parece espantosamente posible y me estreso sólo de pensar en el gato emparedado.

Ray Rudilla dijo...

Pues yo me lo creo, los gatos son curiosos como ellos solos, un habitáculo nuevo por el que indagar es irresistible para ellos, en cuanto a los fontaneros... la hora del bocata es sagrada y ni se dieron cuenta de que el gato estaba dentro, durmiendo una fresca siestecita.
Saludos cordiales

buscema63 dijo...

Lupe y amig@s, intentaré terciar haciendo de portavoz sin funciones de la amiga Gin:
es bien sabido que Gin nunca, pero nunca, miente, aunque hábilmente trastoque verdades de lugares diferentes si sospecha que el honor de alguien puede quedar tocado.
Yo, en calidad de vecino y viejo amigo de la familia Trapp puedo decirles la verdad. Este es uno de los casos en los que la ficción se separa algo de la realidad.
A ver, ¿por donde empiezo? Venga, a saco: en realidad el que se quedó detrás del murete fue JB. Sí, amigos, sí. (Gin, lo siento; J, puedes partirme la cara cuando quieras). Y fue precisamente la gata Tofee, la que lo localizó seis horas después, cuando Gin, Madagascar y Kenya cayeron en la cuenta de que no sonaba Carrusel Deportivo en el salón y que la felina llevaba un rato un tanto penosa cerca de la bañera. Lo cierto es que JB no hizo sonido alguno, amén de algún desliz gastrointestinal que luego confesó, en ese tiempo porque, cuando despertó y se vio emparedado -se golpeó con la pared abierta buscando un mechero y cayó al hueco, que era más grande de lo que Gin relata-, pensó que mientras le llegaba lo de la luz en el túnel lo correcto era quedarse calladito porque dónde se ha visto que un alma ande dando voces diciendo sacarme de aquí y esas cosas. JB es duro, durísimo de oído, ¿saben? No escuchaba nada al otro lado. Era lógico pensar que estaba comenzando otro estado. Cuando Gin y su cuadrilla lo lograron sacar sólo acertó a decir, al cabo de un rato:
-Como cuentes la verdad, me divorcio.
Acabada la asamblea familiar se aprobó por tres votos y una abstención, que Tofee fuera la protagonista. No se aflija, Lupe, que sé que usted le conduele más un rezno o un lepisma que un humano. Perdóname, Gin, por desvelar este secreto pero estaba viendo a alguien metiéndole una denuncia a Adena o similar... Sí, sé que a partir de ahora habré perdido todos los privilegios.
Por cierto, ya que estamos de lengua suelta y fuera máscaras, les desvelaré otra:
Gin es oceanógrafa.
PD: ah, hubo un detalle y que se me cambie el nick si miento, que acabo de recordar. Días después del suceso, en los que JB contaba a sus íntimos el episodio, comentaba extrañado:
-Muerto, tío, muerto que me veía... Había llegado mi hora y lo tenía clarísimo. Lo único que me extrañaba era que el limbo tuviera ese olor a cañería y humedad y pensé "pues como acabe en el infierno, menudo pestazo me espera".
Buscema63. "Todo por la purita verdad"

oveja dijo...

jodeeee que miedo he pasao con el "mamá" de ultratumba.. pues mi niño quiere ser "rico" sin más

SH765HT2 dijo...

A mi me hicieron una prueba similar, pero, por no sé que inexplicable razón los testeadores fueron despedidos al cabo de dos semanas. Hubo voces indignadas, incluso, que exigían su ingreso en Alcalá Meco. Cuando le dijeron a mi madre que yo de mayor sería el mejor virus de internet no podía dar crédito a lo que estaba oyendo: ¿"Internesss"? -exclamó-. "¿Y ezo que éeeee"?". Mi madre quería que yo fuese ingeniero, abogado o, mínimo, ministro, pero no un virus de internessss. Eso de que su querido hijito tuviera un destino indescifrable y comparable a los delincuentes internacionales de más renombre como que no le convencía.

Pero yo le dije a los psicólogos: "Ok piltrafillas. Acepto el reto. ¿Dónde está interness? ¿Al fondo a la izquierda?"

Y ahí empezó todo.

Anónimo dijo...

¡Hola!
Gin, sigo rendida a sus relatos, jejejejeje, rendidita del todo, jejeje
Test Psicológicos: A mi hijo no le dijeron para que profesión se inclinaba, pero sí que era "amante de la naturaleza y los animales". Sigue, hoy en día como entonces, odiando el campo y los bichos (a los que zapatea sin piedad) y siendo cada vez más urbanita.
Y en cuanto al bicho... ¡¡¡po'dios!!! pero que clase de "pofesionales" son esos!!!! Los únicos que se pueden "dejar algo dentro" son los cirujanos....
Mi enhorabuena de nuevo Gin.
Besos.AlmaLeonor

Ginebra dijo...

Lupe:
Lo siento, no puedo decirle eso. Como dice Buscema63 me limito a cambiar un par de cosas.

Amoskaia:
¡Pues claro que el fontanero emparedó al gato! (mala!)
:-)

Zorrocloco:
Eso me gustaría pero me temo que la próxima vez que se atasque la tubería tendré de nuevo a los Carlos en casa.

Ray:
Eso les pasa por curiosos y silenciosos. Si hicieran ruiditos evitarían muchas ocasiones de peligro.

Buscema63:
Jajajajaja... Tienes suerte de que JB no sepa ni encender el ordenador porque como lo leyera dejaba de contarte cosas (y yo me lo estoy pensando, que ya veo que luego lo pías por aquí)
;-)

Oveja:
La anterior gata que tuve me daba un poco de miedo porque me seguía por la casa diciendo "mamá" y cuando lo contaba nadie lo creía. Hace poco leí que las gatas, y sobre todo las siamesas, pueden reproducir sonidos humanos y dejé de pensar que era una chalada.

Sh765ht2:
Pues si a mi con 8 años me hubieran dicho que mi futuro era ser un virus yo creo que mis padres de lo habrían creído más.

Almaleonor:
Muchas gracias. Y no se fíe de los psicólogos que hacen orientación profesional, que si tuviéramos que ser lo que ellos nos dicen apañados estaríamos.

Almudena dijo...

En casa todavía conservamos el test que me hicieron en 8º de E.G.B. Alguna vez lo hemos desempolvado para leerlo. Existen casos de calambres provocados por la risa.
Muy bueno Gin.
Anjanuca