viernes, 25 de enero de 2008

Sobre gustos...

Ayer estuve en el dentista y me empapé de literatura de la buena. Imagínense: una hora esperando a que terminaran de torturar a JB sin más entretenimiento que un montón de revistas del corazón. Pues me las leí todas, pero todas todas, sin discriminar por razones de tirada ni de fecha. Y no crean, una hora da para mucho; me di cuenta cuando hojeé una que contaba que se había casado la Duquesa de Alba. Ahí la neurona me dio un chillido: “¿qué se ha casado otra vez?” Claro, cuando vi que en las fotos salía hecha un pimpollo, con su carita de verdad y no la que tiene ahora, miré la fecha, y como la revista era de casi el mismo año que Gutemberg ideó la imprenta pues la cerré, que para eso prefiero las novelas históricas o los libros de historia sin más adorno.

La verdad es que a pesar de todo lo que pasó por delante de mis ojos, fue una hora de lo más inútil porque no se me quedó nada dentro. Nada, excepto una indignación que hasta este momento era secreta y que va a dejar de serlo en unas líneas. Lo que llamó mi atención fue una frase, referida a una famosa, que decía que “...haciendo gala de su innato buen gusto...” Me hizo bufar. Porque vamos a ver, hay cosas que traemos de serie, como el color de los ojos y el pelo, que nos vienen así de nacimiento y por más que nos empeñemos en cambiarlos se quedan tal cual hasta que nos morimos. Pero el gusto, sobre todo el buen gusto, es adquirido y normalmente se va transmitiendo familiarmente de generación en generación con más o menos éxito y con numerosas variantes pero dentro de un cierto criterio estético.

En mi familia cada uno tenemos un estilo propio, más que definido, que no suele coincidir con el de los demás miembros del grupo pero, eso sí, reaccionamos con espíritu de cuerpo ante las aberraciones estéticas. Por ejemplo, hace un puñado de años llegué una mañana a casa de mis padres y me los encontré un tanto lívidos. La causa de su carencia de color facial estaba en medio del salón. Miré y comprendí.

-¡Por favor! Pero ¿qué me habéis hecho? ¿Os habéis vuelto locos o qué?

Mi madre me echó una mirada asesina que habría helado la sangre en las venas a cualquier otro pero que a mí no me afectó ni medio pimiento porque yo también sé lanzarlas; de hecho las tres hermanas sabemos hacerlo a la perfección. Contestó mi padre.

-No hemos sido nosotros. Nos lo manda de regalo mi primo Isauro en agradecimiento por haberles avalado para el crédito del camión.

-Para que veáis, que no se puede ser buena gente.

El regalo consistía en un pedestal enteramente recubierto de cristales (“Mira, ya tienes recambios para la araña del salón” le dije a mi madre, quien de nuevo me lanzó la mirada) encima del cual se situaba una especie de templete dorado y adornado con palomas de un material brillante del cual desconozco el nombre porque hasta entonces había tenido la buena suerte de no haberlo visto nunca. Dentro del templete, la figura de una muñeca de épocas (me habría gustado poder decir época en singular pero las tenía todas; el vestido era claramente goyesco y luce un miriñaque de agárrate y no te menees con mangas jamón y una pamela tal cual sacada de un cuadro rococó) con paraguas nos contemplaba ajena a su fealdad. Me intrigó mucho que al pedestal le saliera un rabito en forma de cable con interruptor así que lo enchufé, pulsé el botoncito, y el pedestal se iluminó con unas cuantas bombillas interiores, y la muñeca se puso a girar mientras su paraguas la protegía de la lluvia de parafina líquida que caía alrededor del templete. Aquello fue demasiado.

En aquel momento llegaron mis hermanas. B1 corrió al cuarto de baño (es como los perros de Pavlov, toca el picaporte de la puerta y se mea viva) y B2 entró en el salón.

-¡Válgame! –

No pudo decir nada más. Creo que nunca la había visto con la boca tan abierta. Mi padre se apresuró a explicarle que se trataba de un regalo de Isauro y señora. B1, que mientras atravesaba el pasillo había escuchado la explicación, entró tranquilamente.

-Venga ya, no será tan horribl.... Aaaaaaaaaag!
-Pues no sabes lo mejor, bonita: es para ti.
-¿Para mi?????????????????????????- Empezó a boquear un poco.
-Sí, de regalo de boda.

Faltaba sólo un mes para la boda de B1. Mi madre me volvió a fulminar con la mirada y salió en auxilio de B1 que amenazaba con hiperventilar.

-Pero no tiene música ni nada.- B2 continuaba contemplándola hipnotizada y sólo salió del trance cuando mi padre, lleno de sensatez, dio al interruptor y se acabaron las luces, la lluvia de parafina y los giros muñequiles. Mi madre planteó la pregunta del millón:

-¿Y qué hacemos con esto?

Nos miramos horrorizados. Finalmente, y tras un rato de deliberación colectiva, en el cual se plantearon propuestas tan peregrinas como que me la llevara yo a mi casa (¡jua!) o donarla al plató de Cine de Barrio, decidimos que lo mejor sería envolverla en una manta y tenerla escondida detrás de una cortina para exhibirla únicamente durante las visitas de los primos. Dicho y hecho. Y todo fue bien hasta la semana pasada cuando, a la vuelta de un viaje pasé dos días en casa de mis padres. No había terminado de abrir la puerta y saludar cuando un grito atravesó la casa enroscándose en nuestros cerebros. Al grito le siguió un “crash” que no presagiaba nada bueno. En el salón, mi hermana B1 (que también pasaba unos días en Madrid) contemplaba estupefacta cómo el horror de los horrores de la casa, la fuente de cristal, se había caído al suelo sin registrar más roturas que la muñeca central. El desastre (dejando aparte la tragedia de que no se hubiera roto entera) era que esa misma tarde llegaban a Madrid Isauro y su hermano Antonio. A ver cómo lo solucionábamos.

Los primos llegaron para merendar y, como nos imaginábamos, Isauro arrastró literalmente a su hermano hasta el salón para enseñarle, muerto de orgullo, su regalo. Antonio contempló los cristales destellantes del pedestal y la parafina líquida.

-Ya te dije que era una maravilla.- Isauro no cabía en sí de orgullo.
-Es verdad, es muy bonita. Y la figura es preciosa, tiene una carita muy dulce.

No sé qué más dijeron porque en ese momento B1 y yo corrimos a escondernos en el cuarto de baño y reírnos a gusto mientras en el salón, la Barbie Malibú de cuando Madagascar era chica giraba bajo el templete dorado.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Una Bratz le hubiera dado un toque más decadente, entre bar de carretera y escenografía de Dalí. Pero si consigues una "barriguitas" vieja, la envuelves en papel celofán y la colocas en ese recipiente versallesco... ¡te forras! ARTE, con mayúsculas. Te sugiero los títulos: "Infancia perdida", "Fantasía espacial entre lonchas de jamón" y "El lugar donde reposan los abrazos que no se dieron Pin y Pon".

Arc

Anónimo dijo...

Jajaja, no sé con cual de los dos me he reído más. Gin, ummm.... ¿una Barbie Malibú con paraguas?, pues seguro que es única :-))

Anónimo dijo...

Que casualidad. Yo tenía una exactamente igual, con susrtidores de agua, luces estroboscópicas, dirección asistida y la coronaba una réplica exacta de la prima de la Dama de las Camelias (o de Mary Poppins, ahora no recuerdo...) Jatetú!!

Anónimo dijo...

Es que avalar a los parientes tiene peligros.
Uno es que te lo agradezcan con la superfuente luminosa, otro que te dejen plantado y no paguen las cuotas.
No sabria decir que es peor!
O si?
elizq

Ray Rudilla dijo...

Diría que el 100 % de los que salen en esas revistas carecen de buen gusto, la prueba está en que necesitan el consejo de un asesor de imagen, modista o similar.

Por la descripción del "elemento decorativo" diría que, Isauro, es recibido con alfombra roja y fanfarrias a la entrada de los "chinos".
Saludos Cordiales

T dijo...

Gin, hubiese dado el leopardo de caolín, tamañp king size, que le regalaron a una de mis tías para agradecerle no recuerdo que favor, por presenciar esa escena.

¡Santo cielo, qué risas me he echado!

Anónimo dijo...

¡Hola!
Gin: Gracias (se que sabe porqué lo digo).
Besos.AlmaLeonor

Ginebra dijo...

Arc:

Las Bratz tienen pinta de guarronas; las miras y piensas que seguro que son las que mejor hacen las fellatios en el reino jugueteril. Y Barriguitas tengo uno guardado, de cuando yo era chica, pero es intocable.

Edda:

El paraguas le quedaba bien; lo malo fue pincharle los piececitos en la base para que pudiera girar.

Famosete:

¿Y qué hizo con ella???

Elizq:

Pues mire, si nos hubiéramos quedado con el camión habría sido genial, la verdad.

ray:

Uf, no lo sabe usted bien! Entrar en su casa es como entrar en "El palacio de los siete dragones" pero decorado como si el chino hubiera estado cocido de vino de arroz.

Miss t:

¡Un leopardo de caolín king size!!! Jo, qué envidia!!!

Almaleonor:

De nada, es la verdad. Siento ser tan escueta y no extenderme en halagos pero ya sabe que yo soy más bien parca en comentarios.

Capazorros dijo...

Me cae bien el primo Isauro. Pasaba por aquí.

Ginebra dijo...

Capazorros:

A mí también me cae bien.
Me alegro de que pase usted por aquí.