miércoles, 29 de agosto de 2007

El hombre seguro

Una de las cosas que más excitan es un hombre seguro de su atractivo. Seguro, no sobrado. Ese tipo de hombre que se te acerca y despliega todas sus armas de seducción con naturalidad, sin trampas ni trucos. Y sin prisas, sabiendo que lo mejor es jugar sin apresurarse, saboreando cada momento del juego. Desde el principio el hombre seguro ha puesto sus reglas sin admitir la posibilidad de cuestionarlas. No ha perdido el tiempo con tonterías, es claro y directo, no busca hacer daño.

El hombre seguro me besa y me mira sonriendo como si fuera un lobo antes de comerse a su presa. Es cuidadoso; no necesita concentrarse en mantener una pose, puede dedicarse a observarme y sabe exactamente lo que quiero en cada momento. Lo sabe, no lo adivina. No tantea, no pregunta, no prueba; simplemente lo sabe y lo hace. Sabe lo que me gusta. O quizá no es tanto que sepa lo que me gusta, como que me gusta todo lo que me hace y cómo lo hace. Y lo disfruta tanto o más que yo. Me besa, me roza, me toca, me acaricia, me lame, me muerde, me recorre, me explora, me abre, me penetra, y consigue que desee hacer con él cosas que ni siquiera yo, que no tengo pudor para hablar de lo que sea, nombro. Logra que el deseo no se agote. El hombre seguro es por sí y en sí mismo el deseo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

El resto de los hombres queremos salir en este blog. Lo dije y lo repito. No sólo de seguros vive el hombre. Y menos la mujer.

Ginebra dijo...

Es usted un valiente.

Unknown dijo...

Buf!