domingo, 10 de febrero de 2008

Té imperial

Era la prueba final. Cualquier cazafortunas con talento podía recordar datos y anécdotas, pero sólo la auténtica Gran Duquesa sería capaz de reconocer el té imperial, la mezcla exclusiva que los Romanov se hacían elaborar en Londres y que María Feodorovna seguía bebiendo cada tarde en su exilio de Paris. La chica dedicó apenas unos segundos a oler las tazas y eligió correctamente sin dudar. El corazón de la anciana emperatriz se paralizó unos instantes mientras Anastasia saboreaba la infusión lentamente, con una sonrisa soñadora en los labios. “Ay, abuela, después de tantos años por fin me siento en casa”.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Y si la supuesta Anastasia fuera una experta catadora de tés?
Ummm, mejor seguir imaginando posibles finales entorno a ella. La ciencia ya se ha encargado de desenmascarar a las supuestas Anastasias que surgieron en su día.

Ginebra dijo...

Edda:

Hombre, está claro que cualquier Anastasia sería falsa, pero total, por imaginar...