martes, 12 de febrero de 2008

Mar Muerto

Hemos salido de Beersheba temprano para evitar el calor pero al rato el agua de las cantimploras deja de estar fría. Bebo a sorbitos cortos procurando no moverme para no despertar a Erik, que duerme utilizando mi hombro como almohada. Paavo conduce con cuidado. A su lado, Yossi le indica el camino. En principio Yossi tenía que ser el conductor pero ha insistido en viajar como copiloto “por si acaso” y ha colocado el fusil a sus pies lo cual lejos de tranquilizarme me mantiene en un estado de alerta constante. Serguei lee un ejemplar de bolsillo de “Doctor Zhivago” mientras mosdisquea un trozo de paloduz, y sólo imaginar el sabor dulce me da sed. A los dos lados de la carretera el paisaje da sensación de aridez. Me sorprende que alguien pelee por esto. Paavo debe estar pensando lo mismo porque hace un comentario en español a propósito de las relaciones de Dios y su pueblo después de ver lo que es la “tierra prometida”. Le contesto que no hay que fiarse nunca de las promesas de los enamorados y me sonríe por el retrovisor.

Al rato Yossi señala a su derecha y dice lacónicamente: “allí, Mar Muerto”. Paavo aminora un poco la velocidad, Serguei cierra el libro, y Eric se despierta. No vemos gran cosa, únicamente una alambrada que impide el acceso al lago. Junto a las orillas se adivinan algunos oasis. Yossi nos explica que junto al lago hay complejos hoteleros y balnearios para disfrutar de los beneficios de estas aguas. Erik dice que siempre ha querido flotar aquí. Yossi dice que desde aquí no tenemos acceso pero que hay una entrada relativamente cerca, bordeando el lago. Sin avisar Paavo se sale de la carretera y para. No preguntamos. Está señalando un agujero en la alambrada. Serguei sonríe, Erik se quita la camiseta, y Yossi niega con la cabeza. En unos minutos estamos en la orilla del lago y nos desvestimos. Yossi permanece de pie, vestido, vigilante, junto a nuestras ropas. Me envuelvo el pelo en un pañuelo y entro en el lago despacio. Erik se deja caer de culo en el agua y ríe a carcajadas cuando en vez de hundirse emerge como si hubiera rebotado. Paavo mete los pies y se queja amargamente; las botas le han hecho rozaduras en los tobillos y el contacto con la sal le resulta muy doloroso. Se sienta en el agua con las piernas estiradas para no sumergir más los pies mientras Erik se burla. Serguei nos hace unas fotos antes de meterse él también a jugar teniendo mucho cuidado de no salpicarnos en los ojos. Nos reimos y Yossi nos pide, un tanto inquieto, que no gritemos y que nos demos prisa en salir. Está acostumbrado a acatar órdenes y esta pequeña e inocente travesura trastorna su sentido del orden.

Bañarse aquí es una sensación curiosa. El agua está fresca y es difícil nadar porque no hay manera de conseguir sumergir el cuerpo. Lo mejor es sentarse y desplazarse remando con las manos. Salimos y nos sentamos en unas piedras para secarnos al sol. A los pocos minutos estamos secos y blancos, con el cuerpo recubierto de sal. Me siento crujiente e incómoda; el sol me pica en la piel. Intento quitarme la sal con las manos, pero es imposible, tengo todos los vellos del cuerpo revestidos de sal; no habrá manera de librarme de ella hasta que pueda ducharme con agua dulce. No quiero quitarme el pañuelo de la cabeza para no llenarme el pelo con la sal de la espalda. Vestida estoy todavía más incómoda. Cuando nos sentamos en el coche nos damos cuenta de que hemos hecho una tontería y volvemos a reirnos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Vaya, vaya... lo que me acabo de encontrar...

PD: Ya recibí la muñeca chochona.

Ginebra dijo...

Siberia:

Para usted no sé, para mí ha sido una sorpresa más que agradable. Espero verle más veces. Por curiosidad ¿cómo ha encontrado esto?

PD.- acomódela bien y vamos a por el perrito piloto.