miércoles, 12 de diciembre de 2007

Irlanda

Conduzco despacio, disfrutando del constante cambio de colores del cielo:
tan pronto luce el sol como el horizonte se torna de color gris plomo o se
ven corretear nubes blancas y algodonosas como las ovejas que de cuando en
cuando se nos cruzan por la carretera. Voy tan despacio y la carretera está
tan solitaria que no me hacen falta los "slow" pintados en la calzada que
anuncian curvas cerradas. Desde que salimos de Ardara no nos hemos cruzado con ningún otro coche. Se lo hago notar a Declan y se ríe preguntándome por qué creía que me había dejado llevar el coche. Declan y yo hemos trabajado juntos (fue mi guía en el Ulster el año pasado) y este otoño compartimos vacaciones.

Al mediodía paramos a comer junto a un arroyo y es como estar dentro de un cuento. Lo único que nos devuelve a la realidad es la posibilidad constante de que nos llueva. Al terminar de comer Declan me unta un poco de pomada en el tatuaje para ayudar a que cicatrice antes sin que me queden más marcas que el propio dibujo. Me dice que ya ha bajado la inflamación y se ve perfectamente cómo quedarán los colores. "Nunca he visto un verde tan brillante". Lo tapa con una gasa de algodón siguiendo las instrucciones de Kira, la tatuadora: "tápalo; no dejes que le dé el sol o te quedará una cicatriz como si fuera una quemadura".

Cuando lo dijo yo asentí con la cabeza muy seria pero me dio un poco de risa
pensar qué sol me podía dar aquí. Kira es una amiga de la infancia de
Declan, la única de ellos que se desentendió de la lucha armada y se largó en cuanto tuvo oportunidad. Después de viajar por toda Europa terminó instalándose en Ámsterdam. Cuando la nostalgia pudo con ella volvió a Irlanda con su pareja, Doreen, una pintora alta, rubia, y sonriente que se dedica a diseñar los tatuajes que hacen. Kira tiene las manos y los dedos largos, como de hada, y antes de trabajar las mueve suavemente sobre la piel para estudiar su calidad y decidir qué pigmentos utilizar para que los colores duren más.
Cuando le dije lo que quería miró a Declan y sonrió. "Si hubieras elegido
otro dibujo te diría que no te dejaras embaucar por este liante, por muy guapo que sea, pero a esto no me puedo negar; lo tenemos todos". Se inclinó y me enseñó el suyo, en el pecho, sobre el corazón. Sonriendo, sin decir nada, Doreen me mostró el suyo, en el antebrazo. Sé que Declan lo tiene en el brazo derecho. Desde entonces llevo tatuado en el hombro derecho un trébol de cuatro hojas de color esmeralda.

6 comentarios:

Ana dijo...

Cómo me gusta leerte, y qué intriga me dejas siempre!!

Me gusta mucho tu toque.
Que dure!!
Un beso.

Anónimo dijo...

Tienes razón, es muy raro encontrar un trébol de cuatro hojas...

Saludos

Cacique

MAX Y LULA dijo...

Yo siempre he pensado en la paradoja de que si el trébol tuviese cuatro hojas, no se llamaría trébol, así que no puede existir, al igual que no puede existir un elefante que sea como una silla de madera pues entonces sería una silla y no un elefante :-) Ay va, qué chorrazo :-)

Anónimo dijo...

Me encanta tu forma de viajar completamente gratixxx, jajajaja

Ginebra dijo...

árbol:

Gracias, gracias. ¿Por qué es la intriga? pregunte pregunte, que yo... será por hablar...

cacique, max y lula:

Incrédulos! Sin que sirva de precedente voy a demostrarles que existen y yo tengo uno. Pueden contarle las hojas como se cuentan los deditos de los bebés al nacer si quieren (no sé para qué se cuentan si siempre salen al menos con veinte deditos)

peterpsych:

Gracias. Por cierto, he probado las mejillonuelas y creo que prefiero mis palillos de toda la vida.

SH765HT2 dijo...

Ejjj que en Irlanda los tatuajes los hacen los druidas con zumo de muérdago sagrado y pa pintar lo hasen con una pluma de ganso. Son asín.