jueves, 26 de febrero de 2015

El hombre sobre mi conciencia

Hace más de veinte años que vive dentro de “La insoportable levedad del ser”. Se me olvida que está allí hasta que saco el libro de la estantería, y se abre siempre por la página en la que se esconde la fotografía desde la que me mira fijamente, sonriendo siempre. Trabajaba en un periódico y disfrutaba su trabajo. La verdad es que disfrutaba con todo lo que hacía: jugando al baloncesto, haciendo fotografías, bailando. Era un bailarín brillante, de esos que en escena atrapan todas las miradas. También las atrapaba fuera del escenario. Y fuera de la pista. Y fuera donde fuera. Sonreía y desbordaba vida. Inventaba proyectos de trabajo constantemente y me llamaba a cualquier hora para contármelos. Hicimos planes para encontrarnos de nuevo pero la guerra lo hizo imposible. No volví a saber de él. Nunca supe si luchó, aunque estoy segura de que lo hizo, ni cómo ni dónde. Tampoco supe nunca si resultó herido, si murió, o si pudo vivir. No sé si ha podido volver a sonreír como lo hacía. Y aunque sé que no podría haber hecho nada, que no estaba en mi mano salvarle, cuando me mira, atrapado en su fotografía, su sonrisa se vuelve dura y el alma se me llena de dolorosa culpabilidad.

2 comentarios:

Alfonso Millán Quintana dijo...

Que maravillosa manera de recordar a alguien especial.
Besos

Alfonso Millán Quintana dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.