jueves, 18 de septiembre de 2008

Golondrinas taradas

La verdad es que cuando las cosas salen bien, salen bien de verdad. Claro, también es cierto que si algo puede salir mal saldrá como el culo, pero ése es otro tema. La tele. No pasa un día sin que me felicite por haber sido de las primeras personas del país en abonarse a una cadena de pago. Por ejemplo, cuando eran pequeñas mis hijas eran las únicas niñas del colegio que, como no veían anuncios en la televisión, pedían los juguetes de Reyes mirando catálogos del híper o dándose una vuelta por el Toys. Era estupendo para todos. Para mí porque me evitaba el bombardeo constante del “¡me lo pido!” (al principio es tierno y gracioso pero cuando lo has oído así como cincuenta veces en una tarde aplicándolo cada vez a un juguete distinto se te acaban por poner los nervios de punta y echas espumajaros por la boca como si te hubieran poseído) y para ellas porque se ahorraban la decepción de ver que el juguete no se movía solo como en la televisión (una amiguita de Kenya se pasó horas llorando porque cuando cogía la muñeca en brazos no sonaba la música de fondo que se escuchaba en el anuncio ni a ella se le volvía el pelo rubio como a la niña de la tele).

Otro ejemplo: si no fuera por la cadena digital nunca me habría enterado de la apasionante vida del pollo Michael (y me habría perdido el espectáculo de ver cómo a JB se le ponía la cara de un delicado color turquesa al ver comer al pollo decapitado), ni sabría cómo se hacen las pilas (quién habría pensado que a Kenya le interesaba el tema hasta el punto de tragarse tres reportajes seguidos sobre lo mismo), ni habría tenido la oportunidad de escuchar a Madagascar disertando sobre los diferentes tipos de urna funeraria que se pueden encontrar hoy día (ella se decantaba por una que está hecha de una materia orgánica que se disuelve poco a poco en el agua de forma que tú tiras las cenizas de tu difunto al mar, por ejemplo, y aquí paz y después gloria). Claro, también tiene algún que otro inconveniente, como terminar conociendo casi por su nombre absolutamente a todos y cada uno de los bichos que pueblan el Masai Mara, Terranova, Mongolia, y lo más profundo de los mares del mundo mundial, hasta el punto de no impresionarte ni conmoverte ninguna imagen referida al reino animal. Hace un par de meses, por ejemplo, estaban Kenya, Madagascar y Bruno sentados en el sofá viendo un reportaje sobre las crecidas del río Mara y “cantaban” a coro el guión del reportaje: “ahora entra un león por la derecha”; “ahora el león se come al ñu despistado”; “ahora el elefante pisa al cocodrilo”; “ahora al cocodrilo se le esparraman los sesos por el río”... y así. Ellos estaban descojonados perdidos, claro, pero a mí me pareció ya un poco excesivo. Cuando llegamos a ese punto JB decide pasar olímpicamente de ese tipo de documentales, los “prohíbe”, y nos culturiza con cosas tan entretenidas como la vida en las cárceles americanas (es el último enganche que tienen, el otro día había que verles sollozar viendo cómo Jay, un recluso que había entrado en la cárcel sin estudios ni ná se graduaba en derecho por una universidad y toda su familia iba a ver cómo le daban el diploma).

Yo reconozco que no veo la tele y me dedico a otros menesteres propios de mi sexo y condición así que eso que me pierdo y estoy condenada a ser la más inculta de la familia, pero no todo está perdido porque digo yo que, aunque sea de pasar cerca de cuando en cuando, algo se me irá quedando almacenado en el cerebro. Por ejemplo, tanto documental de focas, elefantes, garzas y demás me ha dejado claro que menos el hombre, que somos lo más zoquete del reino animal, todos los demás bichos del orbe tienen un sentido de la orientación bárbaro y que los que se pierden es porque no se merecen ni respirar, de torpes y tarados que son. Como Armando, un despiste con alas que se estrelló este verano contra la cristalera de la casa en tierra de lobos. Fue una tarde plácida. Estaba yo intentando acomodar toda la ropa sucia dentro de la lavadora cuando escuché un “PLAFFFF” estruendoso seguido de correteos y muchos gritos. Como pasa que de cuando en cuando se nos estampan contra los cristales voladores más torpes que la mar y se espanzurran de mala manera yo dejé lo que estaba haciendo y salí con el recogedor en la mano dispuesta a hacerme cargo del cadáver y rezando para que no hubiera mucha sangre, que eso da un mal rollo tremendo. La buena noticia fue que el presunto suicida con alas estaba vivo, atontadillo pero vivo. La mala noticia fue que los niños, con la connivencia del propio pollo, decidieron adoptarlo y quedárselo en casa después de bautizarlo como Armando.



En fin. Las andanzas de Armando el cagarrutero se las contaré otro día, si quieren.

Menos mal que los seres humanos tenemos otros recursos para paliar estas taras con las que nos ha obsequiado la naturaleza y estamos dotados de boca para preguntar el camino si no sabes cómo ir a algún sitio. Bueno, eso si eres hembra, que no nos duelen prendas a la hora de preguntar. Si eres macho lo tienes más difícil porque a pesar de que las generalizaciones suelen ser erróneas es cierto que ELLOS parecen estar genéticamente incapacitados para preguntar. Y si van solos, anda y que les zurzan. El problema es cuando se erigen en cabeza de la manada. Les cuento.

Esta mañana estaba nublado. La verdad es que digo mañana porque técnicamente ya era el día de hoy pero todavía no había amanecido y, a pesar de que la luna está gordita estos días, como estaba nublado estaba todo oscurito. Al salir de casa ¡zas! Apagón general en el pueblo. Pasa a menudo. Al principio me ponía de los nervios pero ya no me extraña nada y me pilla siempre preparada: velas y linternas en casi todas las habitaciones de la casa y la ropa y accesorios del día preparados la noche antes para que no me pase como algunas veces que como no veía nada he salido de casa vestida con más colores que Agatha Ruiz de la Prada y, horror de los horrores, maquillada como ella. Eso sí, entre que todavía era de noche, que había nubes, y el apagón, no se veía un pimiento y caminar por el cauce del arroyo, en pleno campo campero, a oscuras no es algo que me seduzca mucho (ya sé que lo más que me puede salir al paso es una cabra, o algún borriquillo, o un perro perdido, que por aquí no campan leones ni rinocerontes, pero qué quieren, en esos momentos me siento como Caperucita a punto de ser devorada por el lobo) así que he mascullado unas cuantas imprecaciones (más que nada para evitar el silencio que hace que los crujidos de las ramas parezcan pisadas de hombre lobo acechante) hasta que he llegado a la parada.

La llegada del autobús ha sido un poco fantasmal, parecía aquello una película de miedo de ésas en las que la protagonista está esperando el bus y cuando llega está conducido por zombies o algo así. Éste no llevaba zombies (casi hubiera sido mejor), llevaba cuatro gatos (los cuatro pringaos que cogen el autobús antes de las siete de la mañana) y un conductor nuevo que lo primero que ha hecho ha sido perderse al salir del pueblo. Hombre, hay que reconocer que no se veía ni chimpún y que los que diseñaron los distintos ramales de la carretera debieron planificarlos cocidos en anís Del Mono porque sólo así se explica que al final del pueblo a la carretera le salgan tres venas una a continuación de la otra, divididas a su vez en multitud de capilares que surcan alegremente los montes en dirección a distintos pueblos y cortijadas. Y los diseñadores de los carteles señalizadores debieron estar invitados en la misma juerga que los otros porque han colocado todos los letreros en el mismo sitio, uno encima del otro, y con las flechas en la misma dirección y sentido. Así que es un lío, vale, y entre eso y que la oscuridad era total pues no habría estado de más que el conductor hubiera aminorado la velocidad y se hubiese concedido unos minutillos para elegir la carretera correcta, sobre todo teniendo en cuenta que era el primer día que hacía esa línea. Pero no; el muchacho dejándose llevar por el aturullamiento de la situación tiró por el primer ramal que le pareció bonito y, claro, terminamos en la autovía en sentido contrario al nuestro.

Yo no me había dado cuenta porque iba leyendo; he levantado la cabeza del libro cuando los murmullos que se cruzaban los cuatro gatos se han convertido en gritos. Hala, a dar la vuelta. Ahí ya iba el personal un poco alterado así que cuando hemos llegado a otro ramillete de ramales los cuatro gatos han empezado a vocear para advertir al novato de cuál era la salida correcta. Por supuesto, el novato no ha hecho ni caso y ha vuelto a coger la primera salida que le ha parecido buena con lo cual los gritos han arreciado porque todos sabíamos que por allí íbamos a terminar en la playa. Y, efectivamente, hemos embarrancado en el acceso a la playa. Por cierto, qué bonita la playa a esas horas, justo antes de amanecer, tan vacía, tan solitaria, y tan oscura que ni veíamos por dónde habíamos entrado a la playa. El chófer se ha puesto tan pálido que se le veía la carita en la oscuridad (sólo habría faltado que brillara en verde fosforescente como las virgencitas de Lourdes que tenía mi abuela encima de su cómoda). Y entonces ha vuelto la luz y a mí me ha dado la risa porque por un momento me ha dado la sensación de que parecíamos una bandada de golondrinas taradas. P’a rematarnos, vaya.

19 comentarios:

Anónimo dijo...

Echaba de menos su microcosmos. Bienvenida a él y gracias por compartirlo.
Cuando venga a su barrio debo utilizar el GPS y abstenerme del transporte público.
El pollitodecapitado Michael tambien ha llegado a la television pública, una delicia!

Anónimo dijo...

Hay qué ver lo que es la vida, Gin: la poquita gracia que me hacía a mí en mi juventud cuando me tenía que coger "l'arzina colorá" todas las mañanas a las siete de la mañana, ¡y lo que me he reído con sus aventuras en el autobús de la empresa de transportes de la competencia! Porque a los chóferes de antaño había que reconocerles una cosa: se sabían el camino con los ojos cerrados, y conducían como si realmente no los abrieran en todo el viaje. Tendría que haber visto usted a qué velocidad se cogían las curvas colgantes sobre el mar, si nosotros llegamos a acabar en la playa no lo contamos se lo aseguro.

SH765HT2 dijo...

Señora Gyn.

Aquí mezclamos varios temas.

El primero, la sempiterna manía de los pajarracos a chocar contra los cristales que están demasiado limpios. Eso a mi no me pasa porque los míos siempre tienen una "película" de motas antipájaro despistao.

El segundo, el interesante microcosmos que la televisión aporta cuando conoces como los reos de una prisión en Florida dibujan cocodrilos con los sesos desparramaos en la pared de la celda como símbolo de que algún día estudiarán derecho y serán como El Lute. Esos pequeños detalles son siempre muy culturizantes.

Y el tercero, la depauperada situación de las líneas en Cortijilandia. En Sh.landia estamos un cuarto de hora sin luz y nos faltan los segundos para llamar a la compañía preguntándoles a ver qué pasa. Más yo, que siempre pago la factura de la luz dos veces. ¿Tú te crees?

Sin Hora De Cierre dijo...

Hola.
Una vez más o por primera vez vengo aquí para “venderte” un concurso de Micro-relatos, jeje.
Hemos vuelto.
Literatura en Murcia, quiere invitarte a que participes en este modesto concurso.
Pues nada, te esperamos.

http://literaturaenmurcia.blogspot.com

Un saludo, Raúl M.

Pablo J. Vayón dijo...

Osti tú, no sabe lo que se hacen los de Murcia, más despistaos los pobres que el golondrino Armando. Que abandone izofarto el resto de concursantes. Lasciate ogni speranza. Que no. Que no hay manera. Que a concursos de microrrelatos no hay quien le tosa... Ozú.

Wara dijo...

Hola, Gin, qué bueno tu regreso.

Sólo decir que los conductores de autobus son capaces entre las gentes capaces; en mi adolescencia les confíabamos nuestras vidas para que no nos zapatearan en la playa o antes en la cuneta. Recuerdo especialmente cierta curva del camino en la que todos los pasajeros teníamos que colocarnos sobre un lado del autobús para reforzar el equilibrio... ¡Qué tiempos más increibles!

Besos.

Anónimo dijo...

Supongo, Gin, que con semejantes aventuras matutinas no le hará falta un café cuando llegue a su trabajo ¿no?, porque creo que llegará bien cargadita :-)

Qué bien que ha vuelto, había mucho eco.

Anónimo dijo...

Me encanta!! Oooolé!!!!
Ayer, lo ultimo que hice antes de irme a la cama fue leer este relatillo con una media sonrisa. El caso es que esta noche he soñado con usted. Entre el relato y alguna otra información, se me ha aparecido usted vestida de chanel, muy elegante, delante de un escapate (creo yo que era de ropa de lujo) y muchos fotógrafos haciéndole fotos (a usted) ... yo miraba la escena apartado unos metros, pero no se cómo pude fisgar en su agenda, llena de citas y compromisos .... No se que relación tiene el sueño con el relato, supongo que ninguna .... ni el significado, pero ahí queda plasmado mi sueño!

argamenon dijo...

¡Amen!
Mire que he pretendido ponerle un pero a su escrito, y nada, ni por casualidad.
Acertada en lo de la televisión y lamentablemente más acertada aún, si cabe, en su comentario sobre la orientación o, mejor, sobre la desorientación que algunos mortales llevamos como seña de identidad más característica. Su Armando y yo debemos ser almas gemelas, y se lo digo con la boca chica para no ofender a su "presunto suicida". Yo, por supuesto, no pregunto jamás; es más, me indigno cuando mi copiloto, siempre copilota, me obliga a parar sin ningún miramiento, y pregunta hasta dos o tres veces si es necesario. La única pega que le pongo, además de la de no atender a mis quejas aunque sea para guardar las formas, e ignoro si es característica propia, marca de la casa, o generalizada del sexo femenino, es que siempre parece importarle un bledo las respuesta que nos puedan dar a tales peguntas, y, supongo, presupone que yo las he debido escuchar, y, además, las he descifrado convenientemente. Y así nos luce el pelo, se lo aseguro. Ya puede imaginar que en eso de la orientación y poner a los demás en el buen camino hay explicaciones para todos los gusto, y la cosa se complica aún más si nadie hace el más mínimo caso al interpelado samaritano, como en nuestro caso.
Yo he optado por el "Tom-Tom" – que creo así se llama -, ese que dicen que te lleva a todas partes. Pero la verdad es que no lo tengo muy claro: o todas las carreteras de este país cambian de viernes a domingo y yo suelo encontrarme casi siempre en tierra de nadie, o es que soy más tom-tom que él, que seguramente es eso.
Me encantó leerla. Ya, ya sé que eso no es nuevo. Pero ¿por qué debo callarlo?

TdeL dijo...

¡Hola!
¿Y que fue de Armando?, ¡¡Ay Gin!! que tratandose de bichos alados usted no tiene compasión.... ¡¡Ansiosa espero la crónica del "Cagarrutero"!!

Lo de los canales de pago tienen su "aquel", si. Yo estoy abonada a uno que nos obsequia con reportajes muuuucho más interesantes, ¡¡donde va a parar!!
Tome nota: "El Peor trabajo del Mundo"; "Las Maquinas más grandes del Mundo"; "Los Cazadores de Mitos" (este es desternillante, se lo juro) y alguno más que no recuerdo.

En lo de la orientación mejor me callo, soy un zoquete, pero.... me he erigido en el "GPS" de nuestros viajes, jejejeje. Poderes que tiene una.

Me encanta leerla Gin ¿han acabado ya las vacaciones por este año?

Besos.AlmaLeonor

oveja dijo...

jo que largo, vengo luego si eso

Anónimo dijo...

Bienvenida Gin!!
Un gusto volver al trabajo y poder leerte.
Las aventuras en tierra de lobos con los animales están a la orden del día!! Y no es el primer extraño que intenta colarse ¿eh?
Para conductores pésimos, los de mi último viaje, que ya te contaré en otro momento.
Besos mil guapa!!!!

Anónimo dijo...

Esperaremos, pues, las andanzas (o volanzas) de Armando el Cagaturrero.

Anónimo dijo...

Hey, hasta cuándo está el restaurante de las cuevas del tesoro en reformas??

Sí,sí, los rinconeros en eso de conducir no pasan ni una, q todavía me acuerdo una vez q iba yo tan tranquilita subiendo la cuesta para salir a la autovía y el coche me tranqueó un poco pq no calculé bien la cuesta y una energúmena q tenía detrás empezó a pitarme y como a mí esas cosas me hacen mucha gracia pues lo q hice es ir más despacio y la tía por poco sale por la ventana detrás pegadita " hija de puta, qué haces" "se´a cabrona" y yo despacito, más despacito hasta el cruce y a modo de despedida me giré y con mi sonrisa profidén levanté mi brazo derecho con un gesto magistral y le grité: "Hasta otra, señora"

Anónimo dijo...

Se maolvidao firmar,
Cacique( la pelu)

buscema63 dijo...

Bien hallada, Ginny. Bueno y divertido tu cuento. Me apunto a quienes piden unas entregas de Armando el cagarrutero (me suena a Paquito el chocolatero). Ayer me dijo JB que estabas malita y tosedora. Y vimos al newchicken de ese país africano con ipods que crías a base de documentales. Te echamos de menos. Y, ¡oye! preséntate a ese concurso de relatos breves. Si el premio es una thermomix o una mampara insonorizada termoreguladora autoplanchable, seguro que te lo llevas de calle. kss ;-)

Anónimo dijo...

¡Qué bonito el pollo, con connivencia y todo!

Ginebra dijo...

Elizq:
Gracias. O sea que ya ha visto al mediopollo Michael, eh. Qué suerrrrrrrte!

Carmenneke:
Hombre, es que el trayecto de la Alsina, por la carretera de la playa, era tela marinera. Menudo peligro confiarse allí a un novato.

Sh765ht2:
Ya, mire, tengo un serio problema de atención y no puedo evitar ir de un tema a otro continuamente. Lo de la luz... aquí ya nos hemos resignado a que sea intermitente. A cambio el que más y el que menos todo el mundo trapichea con el contador.

Raúl M:
Gracias. Veremos. A mirar seguro que sí me paso, como siempre.

Pablo:
Muac, muac, ay que le quiero! Gracias. Por cierto, sepa que echo mucho de menos las noches de concierto con usted.

Wara:
Sí que lo son, y aquí también, pero los novatos no sé yo, eh, no me fío ni medio pelo.

Edda:
Al contrario :-) eso lo aguanto solamente si voy cargadita de café. Ya he dicho muchas veces que soy cafeinoadicta. Si ese día no hubiera desayunado creo que me habrían terminado echando del autobús.

Anónimo:
Qué bien! Me encanta que sueñen conmigo. Como dice usted, es divertido. Eso sí, cuando me lo cuentan luego con detalle.
;-)

Argamenon:
Si es que son ustedes imposibles. Yo no tengo ese problema porque soy siempre la conductora y cuando quiero que el copiloto pregunte paro sin más y no tiene más remedio que sacar la cabecita por la ventanilla.
No, no se calle nada, que me gusta (mucho) que me lo diga. También a mí me gusta mucho leerle y tampoco me lo callo.

Almaleonor:
"El peor trabajo del mundo" me hace sentir mezquina porque lo veo siempre que ando quejumbrosa a cuenta del curro, y no sé yo si está bien consolarse apoyándose en las desdichas ajenas.
:-)

Oveja:
Ya, es que de cuando en cuando me emociono y no suelto la tecla, hija.

Amoskaia:
Jo, es que del lagarto mordiéndote la mano no tenemos foto. Qué pena! Me tienes que contar el viaje. No te he llamado porque ando con la garganta fatal y no puedo ni hablar. Beso.

Peterpsych:
Volanzas y caganzas, que no sé cómo un bicho tan chico puede echar semejantes zurullos.

Cacique:
Joé, pelu, cómo se le ocurre provocar a una mari rinconera! Es usted una inconscienta total!
:-)

Buscema63:
Mala y tosedora, sí, que por eso no pude apuntarme a la celebración. Menos mal que de momento ni mocos ni esputos ni otros flujos guarrindongos.
Ya sé que vieron al pollo y al sirio, que me lo dijo el mismo pollo nada más llegar.
Lo del concurso... no sé, no sé, creo que no es lo bastante freakie. Y de thermomix nada; si dieran eso ya les habría mandado cienes de relatos, hombre.
;-)

Lupe:
Ya sabía yo que le iba a gustar Armando. Y la connivencia también.
:-)

Patrizzia dijo...

Divertida historia la de los diferentes desvíos y el lío de las señalizaciones.Estar embarrancado en la playa en el autobús del cole me suena al conductor jivi de los Simpson.Genial Gyn!Kissis!